La miel es un alimento natural y esto, sumado al aumento demográfico mundial y a que gran parte de la población, se inclina hacia alimentos sanos y no manufacturados industrialmente, llevó a que el consumo del producto más famoso elaborado por las abejas, ascienda notablemente en los últimos tiempos. En este contexto Estados Unidos de América y la Unión Europea, son los principales mercados importadores.
Pero la pregunta es ¿realmente compran miel? Estos compradores adquieren, históricamente, la mayor parte de la producción global de miel. Compran el producto a granel a distintos países, muchos. Y le dan diferentes usos y destinos: la mezclan con mieles propias, la envasan y comercializan como miel de mesa y la utilizan para la industria gastronómica, cosmética y farmacéutica, entre otras posibilidades. Sin embargo, es de público conocimiento que así como no todo lo que brilla es oro, no toda la miel, es miel. Sin embargo se vende, se compra y, desde luego, se consume como si lo fuera. A propósito, vale la pena repasar algunos números.
PRINCIPALES COMPRADORES. Los principales compradores de la miel que se produce en el mundo son Estados Unidos y la Unión Europea. Para los vendedores, el mercado de Estados Unidos mostró un crecimiento constante. Durante los últimos años la producción de miel nacional estadounidense disminuyó a un ritmo de 700 tn por año, mientras que las importaciones se incrementaron a razón de 7.000 toneladas por año. La producción local sólo representó el 25 por ciento del total de la demanda de miel de Estados Unidos en el año 2017.
Las importaciones estadounidenses de miel mostraron un patrón cambiante después del denominado “Honeygate” (el fraude que salió a la luz hace algún tiempo). En 2012, Argentina, Brasil, Canadá, México y Uruguay en conjunto representaban el 62 por ciento de las importaciones de miel de los Estados Unidos. Sin embargo en el 2017, el mismo comprador importó sólo un 41 % de sus necesidades totales de estos cinco países. En ese año, India, Vietnam, Ucrania, Tailandia y Taiwán representaron un 53 % de las importaciones totales de miel de los Estados Unidos, porque era más barata. Aunque al parecer, nadie se percató de que no estaban comprando miel, sino un producto manufacturado en fábricas y con substancias agregadas. Esto, con mayores o menores cifras, sigue siendo una realidad. Aunque suene increíble, EEUU no tiene un estándar de miel adaptado y apropiado.
EUROPA. En otro orden, durante los últimos 15 años, la Unión Europea aumentó sus importaciones de miel a una tasa promedio de 10.284 toneladas por año; siendo China la principal fuente de ese consumo. La importación de miel barata y su posible re-exportación por parte de algunos países europeos, aumentó las posibilidades de enmascarar el origen geográfico de las distintas mieles. “Hay países europeos en los que la trazabilidad del producto parece no estar funcionando muy bien y algunos encontraron el negocio de comprar mieles a bajo precio, por lo general de China para fueran producidas en forma local”, señala Norberto García, presidente de la Comisión
Científica de Economía Apícola de Apimondia.
La miel de la UE tiene un prestigio ganado, de esta manera incrementa la cantidad de miel que vende, pero ocultando que no es producción propia. “Esto también es un fraude, porque falsean su origen. Es por ello que se están realizando esfuerzos para mejorar las regulaciones de etiquetado de miel en diferentes países europeos”, confirma García. Y no es que no se hagan análisis; sino que los que se hacen no detectan jarabes empleados por países asiáticos.
Sin duda alguna, el negocio del oro líquido producido por la Apis Mellífera, presenta varios agujeros negros preocupantes. Es preciso que todos los actores de la cadena apícola, desde el productor hasta el consumidor, deben trabajar en conjunto para lograr resultados que saquen del peligro a la apicultura en general.
COYUNTURA DEL COMPRADOR. Tanto EEUU como la UE no tienen oficializados métodos de análisis de miel que detecten las sustancias adulterantes (por ejemplo jarabe de arroz), empleadas en la actualidad por países asiáticos. Además, Estados Unidos no cuenta con herramientas legales para decir si un producto que tiene aspecto de miel, color de miel y lo llaman miel es, en verdad, miel. No tiene metodologías para determinar si lo que está comprando –y peor aún, vendiendo al consumidor- es una adulteración.
Desde el 2018 un panel de diez expertos a nivel internacional, presidido por el prestigioso especialista argentino Norberto García y formado por la U.S. Pharmacopeia, está trabajando para elaborar un estándar de miel propio de ese país y salir al cruce de los fraudes que se agigantan día a día. La UE, por su parte, adopta al Codex Alimentarius vigente, el cual será actualizado. En este momento las empresas de comercialización de miel privadas sí exigen a los vendedores las determinaciones a base de una metodologías de avanzada (resonancia magnética – RMN); pero que no es obligatoria desde la oficialidad. Es preciso que los métodos de determinación vayan más rápido, porque los de adulteración siempre van un paso adelante.
Por Mariel Tibau Martínez para Super CAMPO.
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