“En este campaña es casi imposible económicamente aplicar fertilizantes, que son unos de los insumos más caros de la agricultura. Sólo se compensaría el costo de la fertilización en suelos de muy baja fertilidad”, señaló Roberto Álvarez, profesor titular de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba). Álvarez basa esta afirmación debido a que la campaña actual de granos gruesos, que se está comenzando a sembrar actualmente, encuentra a los productores en un contexto de números muy ajustados que complican la posibilidad de aplicar algunos insumos. A su entender, en suelos de mediana y alta fertilidad no va a convenir fertilizar el maíz ni la soja. “Sí se puede justificar la fertilización con nitrógeno y fósforo en suelos de muy baja fertilidad”, aclaró. “La mejor recomendación en un escenario tan complejo desde el punto de vista económico es usar fosfato diamónico, porque a diferencia de las fuentes de un solo nutriente, en el caso del maíz obtendríamos una doble respuesta al nitrógeno y al fósforo. Este fertilizante es rentable en suelos de mediana y baja fertilidad”, afirmó.
Y recordó que, más allá del menor uso de fertilizantes ante la coyuntura del actual ciclo agrícola, no debería esperarse una baja muy pronunciada en los rendimientos en la Región Pampeana, debido a la capacidad de la soja de tomar nitrógeno del aire.
Desde la Fauba señalaron que la fertilidad fue una de las variables más afectadas en los suelos durante las últimas décadas. No obstante, reconocieron que la soja, el cultivo más extendido del país, no depende de la aplicación de estos productos para obtener buenos rendimientos.
“El principal problema que hoy presentan los suelos de la Región Pampeana es la fertilidad. Aproximadamente perdieron el 70% de la capacidad de aportar nitrógeno y de la disponibilidad de fósforo para los cultivos. Es la degradación más importante que hubo en la región, pero que hoy se puede compensar con fertilización”, dijo Roberto Álvarez.
En 2012, su grupo de trabajo presentó los resultados de los estudios que se llevaron a cabo con carbono y nitrógeno en los suelos de la Región Pampeana. Por ejemplo, allí se advierte que la fertilidad de los suelos cultivados disminuyó cinco veces en los últimos cuarenta años.
Álvarez comentó que, luego de la presentación del informe mencionado, el equipo de investigadores de la universidad continuó evaluando los cambios producidos durante las últimas décadas en los stocks de fósforo. “Esos resultados también son impresionantes –señaló Alvarez–. Encontramos que la fertilidad fosforada en la Región Pampeana cayó, en promedio, un 75%, hasta un metro de profundidad. O sea, el impacto de la agricultura sobre la reservas de fósforo ha sido muy profundo”.
Mientras en el mundo el 50% de la producción de alimentos se realiza en base a fertilizantes, “nuestros cultivos no dependen de la fertilización. Se estima que sólo perderíamos un 15% de la producción si dejáramos de fertilizar y caeríamos a 85 millones de toneladas de granos cosechados anualmente, respecto de los cien millones que se producen hoy”, afirmó el investigador y añadió que ello se debe a que “en nuestro país se cultiva principalmente soja, que obtiene nitrógeno de la atmosfera por fijación biológica y responde poco a nutrientes como fósforo y azufre. Por lo tanto es bastante independiente de los fertilizantes”. Esta independencia de la soja respecto de los fertilizantes no se repite en otros cultivos como el maíz, el trigo y el arroz, que son los más sembrados del mundo.
Nota aparecida en Diario PERFIL del sábado 31 de octubre. Para suscribirse, haga click acá
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