En línea con lo que indican varios especialistas, la conservación de los pastizales naturales será fundamental en el futuro inmediato para la captación de carbono y, por tanto, como medida de mitigación de los efectos del calentamiento global. En este sentido, la ganadería de pastizal se plantea como una herramienta productiva que contribuye también a la conservación de la biodiversidad de los pastizales.
Aves Argentinas, a través de un documento posición institucional, pretende apuntalar la certeza de que la ganadería en pastizales naturales cuenta con un balance positivo en relación a la emisión de gases de efecto invernadero lo cual resulta de vital importancia para hacer frente a la crisis climática actual.
CARBONO. El carbono es un elemento abundante y ampliamente distribuido en todo el planeta, y su ciclo natural es complejo, e involucra procesos biológicos, químicos y físicos, que lo movilizan permanentemente entre la atmósfera, los seres vivos y los mares. Y la relación entre este ciclo y la temperatura de La Tierra es muy clara: el planeta se calienta por medio de la radiación solar que recibe. Parte de este calor es reflejado por la superficie (“rebota”) y vuelve al espacio, atravesando la atmósfera. Pero cuando la atmósfera se encuentra cargada de dióxido de carbono (CO2), el calor que debería perderse en el espacio no logra salir del planeta, y es irradiado en todas direcciones, dado que este gas se comporta como una trampa de calor.
Por lo tanto, un desbalance en la cantidad de carbono “secuestrado” y de carbono liberado determinará cambios en la temperatura media de La Tierra. Y eso es exactamente lo que nos hemos dedicado a hacer desde la Revolución Industrial: acceder a las fuentes de carbono que existen en los combustibles fósiles, liberarlos en grandes cantidades a la atmósfera y reducir la capacidad de captación (“secuestro”) de ese carbono atmosférico por medio de la destrucción de los ambientes naturales que podrían capturarlo y retenerlo. ¿El resultado? La temperatura media mundial aumentó 1°C entre 1880 y 1980, a un ritmo de 0,1°C por década, pero en los últimos 40 años el aumento se está produciendo a un ritmo de 0,2°C por década (datos de Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático IPCC https://www.ipcc.ch/sr15/). Esto podría parecer poco, pero representa la principal causa en el aumento del nivel del mar, la aceleración de la desertificación, el derretimiento del hielo de los casquetes polares y glaciares, sólo por mencionar algunos efectos.
Pero las malas noticias no terminan aquí: el CO2 es sólo uno de los principales Gases de Efecto Invernadero (GEI), y de hecho, es el menos peligroso. Al ser comparados con el CO2, los demás GEI quedan entonces definidos de esta manera: el metano (CH4) tiene un potencial de calentamiento global 25 veces mayor al CO2 y el óxido nitroso (N2O) cuenta con un potencial casi 300 veces mayor.
Es necesario reducir la deforestación y la conversión de hábitat naturales. La agricultura ha causado casi tres cuartas partes de las pérdidas de bosques naturales, pero también afecta a otros tipos de paisajes; de hecho, más del 50% de la destrucción del hábitat a causa de la producción de alimentos ocurre en los pastizales y sabanas. Las empresas han comenzado a mostrar compromiso para evitar la deforestación y la conversión de sus cadenas productivas, pero deben actuar con mayor urgencia y a una escala mucho mayor. Mientras tanto, los gobiernos deben implementar políticas más fuertes para proteger la naturaleza y detener la conversión. En segundo lugar, tenemos que cambiar nuestra dieta. Demasiado de lo que comemos, desde la carne roja hasta el arroz, está contribuyendo al aumento de la cantidad de carbono en la atmósfera. Para permitir el cambio, junto con las necesidades nutricionales y la mejora de la salud, las directrices oficiales deben tener en cuenta el impacto medioambiental de las diferentes dietas. Necesitamos mejorar conjuntamente la salud humana y planetaria. Y en tercer lugar, debemos reducir el desperdicio de alimentos.
GANADERÍA. En los últimos meses se ha hablado mucho de la ganadería como una forma de producción de alimentos muy relacionada con el calentamiento global a través de las emisiones de carbono a la atmósfera. Pero hablar de “ganadería”, en un país ganadero por antonomasia, exige un esfuerzo extra que logre diferenciar los tipos y sistemas de producción, y poder así encontrar argumentos a favor, o en contra de tales acusaciones.
Para poder abordar el análisis es conveniente considerar algunos efectos que modificaron a la ganadería, como el avance de la frontera agrícola y forestal: estos cultivos desplazaron a la ganadería, provocando:
-La pérdida de ambientes naturales, entre los cuáles se destacan los bosques nativos (como los de El Espinal y El Chaco), lo que contribuye al desbalance de carbono por reducción en la capacidad de secuestro de CO2. Pero el avance de los sistemas agrícolas y forestales ha reemplazado también grandes áreas de pastizales naturales, que son excelentes fijadores de CO2 atmosférico (ver más abajo).
-La concentración forzosa de la producción ganadera en una superficie menor, y el incremento de los sistemas de producción a corral o feedlot: Esta forma de producción implica mayor consumo de combustible para el transporte (y por ende, mayor liberación de carbono a la atmósfera), y se vale en buena medida de la producción agrícola responsable del reemplazo de los pastizales y otros ambientes naturales, y altamente dependiente de fertilizantes que tienen un papel preponderante en el aporte de N2O.
La ganadería a nivel mundial es reconocida como la responsable de entre el 10 y 18% de los GEI. En Argentina, la ganadería vacuna para producción de carne (producción bovina no lechera) es responsable del 26% de las emisiones de GEI, y la superficie donde esta actividad se desarrolla, y los ambientes que ocupa, no son capaces de volver a fijar estos gases. Pero este desbalance es producto de una pérdida constante en superficie de los ambientes naturales, y de la concentración del remanente de las cabezas de ganado en áreas marginales.
PASTIZAL. La ganadería se vio forzada a desplazarse desde sus áreas óptimas (los pastizales y bosques abiertos de la mayor parte del país) a zonas marginales, donde no pudieron establecerse con éxito los sistemas agrícolas de alta eficiencia. En estas regiones, generalmente las características de los recursos forrajeros no permiten que el ganado cumpla su ciclo completo, y bajo formas convencionales de producción debe establecerse un régimen de suplementación con granos y otros adicionales al forraje que se aprovecha de los mismos pastizales.
Y sin abandonar los aspectos ambientales, llega el momento entonces de destacar, dentro de la amplia gama de sistemas de producción ganadera, a aquellos que se llevan a cabo sobre pastizales naturales. ¿Por qué? Porque son los pastizales naturales uno de los ambientes más amenazados que existe en Argentina y el Cono Sur de Sudamérica. Se calcula que sólo el 10% de la superficie de las Pampas (ecorregión que engloba a la mayor parte de los pastizales de Argentina) se encuentra en un estado aceptable de conservación. Y por si esto fuera poco, esta gran ecorregión cuenta con uno de los niveles más bajos de superficie afectada como Áreas Naturales Protegidas (ANP) del país: según la Administración de Parques Nacionales, las Pampas alcanzan apenas el 1% de superficie protegida, cuando a nivel internacional se recomienda conservar el 17% de la ecorregión. Y precisamente donde se pretende hacer ganadería de pastizal, los sistemas productivos promueven la conservación del ambiente como fuente de recurso forrajero. Por lo tanto, no es sorprendente encontrar en los campos ganaderos con pastizales naturales bien conservados, a aquellas especies de la fauna que han desaparecido de buena parte de su distribución geográfica, y que terminan refugiándose en estos entornos productivos. En la lista se ubican el venado de las pampas, el tordo amarillo, el yetapá de collar, la monjita dominicana, el aguará guazú, los capuchinos y muchas otras especies que evolucionaron en los pastizales naturales y que se ven seriamente afectados por su transformación y reemplazo. Los campos ganaderos con pastizales naturales bien manejados terminan supliendo la ausencia de ANP para especies como éstas.
El dióxido de carbono (CO2). Si redujéramos el análisis a entender cuánto CO2 libera o captura un determinado tipo de ganadería, habría que partir del siguiente punto: las emisiones de CO2 del sector pecuario provienen básicamente de la utilización de combustibles fósiles para el transporte, y de la generación de calor y de electricidad, y la ganadería que se realiza sobre pastizales naturales es la variante que menos energía fósil y electricidad demanda.
Fuente: Aves Argentina
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