El ingeniero agrónomo Cristian Feldkcamp, responsable de ganadería de la Unidad de Investigación y Desarrollo Aacrea; el contador Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (AABH); el ingeniero agrónomo Patricio Mac Donagh, gerente de Incutel (incubadora de empresas en el Parque Tecnológico Misiones y docente de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones -UNaM-); el licenciado en Economía y PhD en Economía Agrícola Adrián Rodríguez (Costa Rica), jefe de la Unidad de Desarrollo Agrícola de la Cepal; y el ingeniero Ricardo Bindi, presidente del Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA), abordaron desde distintas ópticas cómo la agroindustria argentina puede hacer su aporte y beneficiarse con el desarrollo de la bioeconomía del país.
Fue durante el Simposio «Del Sur al Mundo en 2030: Seguridad Alimentaria Global y Bioenergía», que se realizó a mediados de abril en el Auditorio del Centro Cultural de la Ciencia del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, en CABA. Estuvo organizado por la Cátedra de Agronegocios y el Departamento de Bioeconomía, Políticas Públicas y Prospectiva (BIOP3) de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba).
Carne vacuna
«¿La carne de 2030 va a ser la industria de la herradura del siglo XX?», se preguntó Cristian Feldkamp. “Si no nos ocupamos de hacer mejor las cosas, vamos a seguir existiendo pero no habría muchos motivos para que así suceda. Hay que mostrarle a los nuevos consumidores que somos una parte de la solución de la seguridad alimentaria mundial. Y que somos responsables de cuidar el ambiente, maximizar las externalidades positivas y disminuir las negativas”, recalcó. Al mismo tiempo, afirmó: “No hay capacidad de que la gente coma mucha carne bovina, pero podemos ser los que produzcamos carne que come poca gente, pero de alto valor”.
Recordó que desde 1978 no sube el stock bovino argentino, porque la oferta de pasto nacional da para las 52 millones de cabezas existentes. “Tenemos que cambiar varias cosas y las personas son la clave. Hace 60 años que la producción de carne por animal es la misma. Sabemos qué es lo que hay que hacer en los predios, pero no sabemos cómo hacer que se haga”, señaló. En ese sentido, fue bien gráfico: «Si seguimos igual y no cambiamos, vamos a ser la industria del pasado y no la ‘industria caviar’”, en referencia al nicho exclusivo de mercado que tiene la carne vacuna en el mundo. Explicó que, ante las políticas adversas que sufrió la ganadería, el productor priorizó bajar costos antes que alcanzar eficiencia.
Por otra parte, señaló la necesidad de mercados transparentes. Y dio un ejemplo concreto: “Se paga más por el mito que ternera es sinónimo de terneza, aunque no lo es. Eso delata la poca transparencia de precios”.
Por último, sostuvo que “la Argentina está en condiciones, como nunca antes, de realizar un salto cualitativo en carnes. Es el único país que tiene la posibilidad de una gran diversidad productiva y esto es desarrollo para todas las regiones. Sabemos que tenemos que encarar un desafío que nunca se hizo”.
Biocombustibles
Claudio Molina, de la AABH, al referirse a la actualidad y perspectivas de los biocombustibles, sostuvo que la política pública específica es una de las pocas que se ha mantenido en el tiempo, desde los años 90, y que el nuevo gobierno argentino quiere profundizar. Por otra parte, recordó que la Argentina consume por año 16 millones de litros de gasoil (agro, transporte y generación eléctrica) y 8 millones de litros de naftas.
Destacó que tanto el biodiesel como el etanol, en su mezcla con gasoil y nafta, respectivamente, son combustibles cuya utilización se fomenta en Europa y otras regiones por razones ambientales, aunque advirtió que se trata de complementos energéticos de transición entre la energía basada en el petróleo y la que vendrá, que bien podría ser la eólica, el hidrógeno o la electricidad en las próximas décadas.
Recordó que, ante este escenario y teniendo el complejo agroexportador la posibilidad de utilizar su producción de aceite y la industria sucro-alcoholera o de molienda de maíz, los alcoholes, se planteó una estrategia de crecimiento económico basado en la posibilidad de crear más refinerías para atender la futura mayor demanda de bioetanol y biodiesel. No obstante, aclaró que “como en general (los biocombustibles) son más caros que los combustibles fósiles, debe haber un marco regulatorio que garantice su uso en el mercado interno, y hace falta tecnología de escala para estandarizar su uso masivo”.
Forestación
Patricio Mac Donagh, especialista en forestación en Misiones y Corrientes, se refirió a la evolución de la actividad en esas provincias, que en conjunto representan el 80% de la producción nacional. Señaló que las plantaciones forestales en el país vienen creciendo al 7% anual, en forma sostenida, ya que proveen de leña, el producto forestal de mayor consumo, reemplazando en este uso al bosque nativo y cuidando así al ambiente. No obstante, en el mundo está cayendo la producción de los bosques escandinavos un 12%, proyectándose un 20% de caída en los próximos años.
En tanto, en el mercado mundial China e India aumentan las importaciones y si bien hay oportunidades para plantar con miras a exportar a esos países, se trata de negocios de grandes grupos inversores de los cuales en la Argentina hay solo dos. Además, Mac Donagh recalcó: “Afuera piensan que en la Argentina no hay facilidad para hacer negocios como en Uruguay y Chile (el capital inicial es muy alto), y también nos ven mal en materia de corrupción y transparencia”.
Por otra parte, explicó que “comparando con otros países forestales, en cuanto a la cantidad de m3/ha/año que crece una plantación forestal, la Argentina está lejos de ser competitiva en tasa de crecimiento de la madera. Por eso, las inversiones forestales van a Brasil e inclusive China (que produce mucho pero no se autoabastece) comenzó a incrementar sus plantaciones». Para Mac Donagh, “hace falta dar un giro en los factores productivos para ver cómo subir esa tasa, lo que puede ser una gran oportunidad de negocios».
En este sentido, destacó que “el sector forestal también puede producir bioenergía con biomasa, aunque el problema es cómo venderla, cosa que algunas empresas ya hacen a la red, pero de manera irregular, sólo cuando pueden”.
Visión latinoamericana
Con una mirada más regional, Adrián Rodríguez, de Cepal, se refirió a los “Potenciales y Desafíos de la Agroindustria, en el marco de una bioeconomía 2030”. Calificó a esta disciplina como “la nueva revolución industrial”, que “está atada al desuso de los combustibles fósiles no porque se acaben, sino porque se dejarán de usar por la preocupación de las nuevas generaciones, por el efecto invernadero y el cambio climático”.
Explicó que con las nuevas tecnologías aplicadas al procesamiento de biomasa de distinto origen, al usar estos recursos naturales biológicos, se aprenderá de la inteligencia de la naturaleza. Esos recursos muchas veces se extraerán del reciclado de desechos orgánicos.
En otro orden, dijo que el concepto de bioeconomía es coherente con economías de ciclo cerrado, que no se refiere a un sector económico en particular sino a un conjunto de cadenas interrelacionadas. Refinerías, biorrefinerias, servicios ambientales, bioquímicas, biotecnología, farmacéuticas y forestación son algunos de los sectores que se integrarán en esta revolución impulsada por la bioeconomía.
Por último, Rodríguez explicó que para ejecutar estas estrategias productivas de la bioeconomía se aplicará lo que llamó “inteligencia biológica”, que de alguna manera «responderá a las nuevas tendencias y preocupaciones de los consumidores”. Citó por caso la fotosíntesis artificial, que podría aplicarse en ciertos procesos.
Finalmente, abogó por una “especialización inteligente”, concepto por el cual un territorio se debe especializar según sus características naturales y productivas. «En 2030, los nuevos decisores serán quienes tomen decisiones. Soy optimista porque hay razones de más para serlo”, concluyó.
Recursos humanos
El ingeniero agrónomo Ricardo Bindi, de CPIA, ofició de moderador y dio su visión sobre la importancia de la capacitación de los profesionales de la actividad agroalimentaria, de manera de potenciar los resultados y aportes que la agronomía y la tecnología de los alimentos y otras disciplinas agroindustriales pueden dar a la revolución de la bioeconomía.
(*) Acerca de la bioeconomía
El nuevo paradigma de la bioeconomía comprende a las actividades económicas basadas en la producción y transformación sostenibles de la biomasa renovable en alimentos, energía, productos medicinales, materiales y productos químicos para la industria y la agricultura. El desarrollo de empresas en la bioeconomía, los bionegocios, es una prioridad estratégica para la mayoría de las naciones del mundo porque permiten, por un lado, reducir la dependencia del petróleo y, por otro, atenuar el impacto ambiental de la actividad humana.
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