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Agricultura

05/11/2012

Alerta naranja para la inminente siembra de granos gruesos

Según un informe de CREA, el retraso de la siembra de maíz y soja atenta contra su rendimiento potencial
El clima está jugando una mala pasada a la agricultura argentina. En un mismo año se sucedieron una grave sequía e importantes inundaciones, que castigaron a amplias zonas del país. Los pluviómetros muestran registros que, en algunos casos, son récords históricos de lluvias. 

Los días pasan y los tiempos de la biología y de la agronomía son implacables. El girasol que no se implantó en fecha en las zonas productoras, ya no va a ser sembrado este año en muchos lotes que estaban destinados a ese cultivo.  

Esta situación genera preocupación entre los productores, pero, sobre todo, abre muchos interrogantes sobre su impacto sobre la producción final del país.


Combinación peligrosa
En 2012, varios fenómenos afectan simultáneamente a la producción agrícola:
  • Alta volatilidad climática.
  • Las recurrentes lluvias obligan a permanentes cambios en los planes de siembra de granos gruesos, que continuarán modificándose hasta mediados de diciembre, para concretarse de la manera en que se pueda, más allá de lo planificado inicialmente.

Estos cambios violentos en las empresas generarán secuelas negativas, entre las que sobresale el atraso en la siembra de maíz, cuya implantación podría llegar a desplazarse hacia fechas tardías, lo que generaría riesgos en el momento de cosecha, ya que esta se produciría bien entrado el otoño con mayores probabilidades de precipitaciones y menor radiación, que afectarían el proceso de recolección.

En muchos casos, estos fenómenos provocan una convergencia hacia una única alternativa agronómica posible –la soja-, que, además, presenta la gran ventaja de exigir menor capital para su implantación respecto del maíz. Los productores tienen la esperanza de poder sembrar la oleaginosa en los lotes hoy encharcados en siembras más tardías. No obstante, las siembras tardías traen aparejados riesgos y menores potenciales de rendimiento.

Es decir, la presión que ejerce el ambiente sobre esa tabla de salvación que sería la soja no tiene una salida fluida, por lo menos en amplias zonas del oeste, centro y norte de Buenos Aires y sur y centro de Córdoba, entre otras. 

 
La soja entra en pérdida
¿Qué pasa cuando se atrasa la fecha de siembra de soja respecto de la ideal, que incluye los meses de octubre y noviembre, según región y variedad? Se reducen los rindes potenciales, primero de manera moderada y luego en forma acentuada. 

Determinaciones realizadas en los CREA demuestran que, como tendencia general, se observan caídas poco significativas de rendimiento desde el 1º de octubre hasta el 25. Desde esa fecha en adelante se detectan persistentes pérdidas de rinde promedio y máximo.

También se observó que los efectos negativos de los retrasos en la fecha de siembra son mayores a medida que mejora el ambiente en el que se desarrolla el cultivo. Así, en las siembras tardías se estimaron pérdidas de 28 kilos de soja por día de atraso en cultivos implantados en ambientes óptimos; de 23 kilos por día para ambientes medios y de 16 kilos por día para ambientes con limitaciones importantes.


Hacia adelante
Hay mucho en juego en los millones de hectáreas afectadas por las actuales inundaciones y encharcamientos, que indefectiblemente reducen el área posible de sembrar y los rendimientos potenciales. Todavía es prematuro hacer proyecciones del impacto real de estos fenómenos en el nivel de producción nacional, ya que la magnitud del daño va a poder medirse recién cuando aminoren las precipitaciones y se aclare el panorama climático.

Los productores disponen de maquinaria adecuada para distribuir la siembra en una ventana de casi tres meses todavía. Pero las circunstancias actuales y la presión que implica tener que implantar los cultivos contrarreloj, determinan que sea prácticamente imposible poder llegar a sembrar todo en fecha óptima, como se pudo hacer en la campaña 2009/10, otro ciclo con un fenómeno El Niño, que permitió lograr rindes promedio nacionales de 29,4 quintales de soja por hectárea. 

El final está abierto, pero ya entramos en tiempo de descuento. Lamentablemente debemos aceptar recortes en el área de siembra que impactarán en la cosecha global y admitir también la probabilidad de menor potencial de rendimiento de soja según lo demuestran las mediciones técnicas presentadas. 

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