“Hoy una familia vive con no menos de 400 colmenas y en 5 años recién uno ve si es rentable». Así arranca la conversación en el Centro de Apicultores de Olavarría, creado en 1978 con el objetivo de ayudarse entre los productores: lograr mejor precio en la compra de insumos, mejores condiciones al momento de vender el producto y, sobre todo, compartir dudas y aprender de la experiencia del otro. “Hoy somos 52 socios, realizamos compras comunitarias y lo que más útil nos resultó en este tiempo es trabajar de forma coordinada, compartir lo que nos pasa y ayudarnos a mejorar la sanidad de las colmenas”, describe Miguel Cortéz presidente del Centro. “Hay apicultores grandes con mucha experiencia que van ayudando a los que recién se inician”.
TRES GENERACIONES. Tal es el caso –entre otros- de la familia Wagner, donde la tradición de producir miel comenzó con Horacio en 1989, siguió con su hijo Sergio hasta la actualidad y ahora se suma Matías, la tercera generación que sigue con la apicultura. “Nuestra idea es continuar con la actividad, mejorar la producción y seguir formando parte del Centro”, dicen los Wagner con convicción.
Sin embargo, a pesar de estos casos donde los más jóvenes se interesan por la actividad, la tendencia parece indicar que las nuevas generaciones no tienen demasiado interés. Al menos esto cree otro productor del Centro, Alejandro Albuquerque. “Yo no veo que haya, en general, mucho interés de los jóvenes. La apicultura se pone de moda por momentos, sobre todo cuando hay lapsos de precios buenos o al menos eso parece y mucha gente se quiere volcar a esto pero después las cosas se complican y terminan dejando. Eso hace que no haya una gran rotación de productores”.
CLIMA E INTERCONSULTAS. Los integrantes del Centro de Apicultura comentan que en los últimos años han logrado una producción alta gracias a que el clima acompañó y hubo buenas lluvias que favorecieron el momento de la floración.
Al mismo tiempo aseguran que un factor decisivo fue el trabajar juntos y de forma más eficiente, por ejemplo en el control de la varroa realizando una buena rotación de acaricidas, curas en el momento justo y planificando un seguimiento minucioso de la colmena para estar prevenido ante cualquier cambio de escenario.
“Antes la primavera era autoestimulante, es decir que la colmena se desarrollaba muy bien”, reflexiona Cortéz. “Ahora hay momentos de mucho frío y debemos intervenir para que se desarrolle con alimentación artificial (polen) con un promedio de suplementación de 20 kilos. Y acá se clave de nuevo trabajar en equipo: antes cada uno hacía lo que le parecía de forma autónoma y ahora nos vamos consultando”. Otro factor incidente, claro está, es que años atrás había más monte de donde la abeja podría alimentarse mientras que hoy las grandes extensiones de agricultura dificultan la tarea.
El método de trabajo del Centro de Apicultores consiste en juntarse semanalmente, que cada uno cuente su experiencia y ayudar a los que recién se inician para que eviten errores ya conocidos. Si bien de
forma conjunta venden a un acopiador que luego exporta a EEUU, Europa, Asia y un incipiente mercado en África, cada uno de los productores tiene sus propios clientes y participan de la iniciativa “El mercado en tu barrio”, que se organiza un domingo por mes en distintos lugares de Olavarría con la idea de llegar directo del productor al consumidor.
Además, están presentes todos los años en la Rural de Palermo. Otra cuestión resuelta gracias a estar organizados, explica Carestía, es cuidar las abejas cuando se realizan fumigaciones: “Tenemos las colmenas georreferenciadas por zona y por dueño así cuando se fumigan campos por la tucura se le avisa al apicultor para que vaya a taparlas y, a la vez, el avión corta los grifos antes y los vuelve a abrir una vez que haya pasado el lugar de las colmenas”.
COSTOS. “Empezar no es fácil pero se puede empezar con poco”, afirma Cristian Carestía que ya hace 20 años que está en el rubro. “Cada colmena hoy vale unos 3.000 pesos y con 6 arrancás, así hice yo. Después uno va creciendo y si bien lleva mucho trabajo y hay contratiempos, si uno se capacita y trabaja, se puede”. Por lo general se paga dos kilos por colmena al dueño del campo que permite ponerlas allí, aunque hay muchos que no cobran nada porque entienden que también los beneficia. Eso sí: es fundamental siempre pedir permiso y avisar cuando se va a los campos a revisar las colmenas.
Por Lorena López para Super CAMPO.
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