Hoy escuchamos comentarios de Argentina, con analistas perplejos frente a la caída de pedidos de trigo y de cereales originarios de aquel país. Y preguntan: “¿Qué pasa en Brasil?”
La respuesta básica es que la economía brasilera está en recesión, mientras que la economía argentina está expansión. Esta es la gran diferencia. Son 13 millones de desempleados, más de 10 millones de ‘subempleados’ [en negro o informales], unos 43 millones de atemorizados (con temor a perder el empleo o a ganar menos) y apenas 2 millones de despreocupados (básicamente altos funcionarios públicos que tienen estabilidad y poder).
Con eso, los consumidores están reduciendo sus compras para poder sobrevivir. Y además se reduce también el giro de la economía, disminuye la recaudación de impuestos y las ventas de las empresas, que invierten menos, formando así un círculo vicioso perverso.
De los tres principales productos hechos con harina de trigo en Brasil, dos son considerados superfluos (pastas y bizcochos – solo los panes son considerados esenciales) y fueron los primeros en ver sus ventas reducidas en un 50 y 45% respectivamente, provocando el cierre de, por lo menos, 10 fábricas de estos productos y de 3 grandes molinos.
El mercado interno, por lo tanto, comenzó a reorganizarse con los sobrevivientes disputándose los mercados entre ellos (antes prácticamente cautivos) y promoviendo una subasta adversa de quien vende por menos precio. Hasta las mismas multinacionales están ofreciendo descuentos a las grandes redes de supermercados.
Por último, los precios del grano sufrieron un aumento del 25% en los últimos 6 meses mientras que los precios de las harinas industriales permanecieron prácticamente estables y las industrias de pan y afines tuvieron precios reducidos. Este hecho, sumado a una abrupta caída de la demanda de afrechillo (que representa el 25% de la industria molinera), que perdió mercado respecto a los bajos precios del maíz, porque desequilibra las unidades de costos de los molinos.
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