Desde sistemas sencillos como la molienda hasta la instalación de biorrefinerías de diferente grado de complejidad, la industria de la transformación de granos tuvo, en las últimas décadas, un gran desarrollo en la Argentina.
Para Jorge Hilbert, del Instituto de Ingeniería Rural del Centro de Investigación de Agroindustria (CIA) del INTA, “la Argentina cuenta con un gran potencial para la implementación de biorrefinerías de pequeña escala, debido a la gran disponibilidad de biomasa proveniente de cultivos y residuos, sumado al avanzado desarrollo tecnológico y científico”.
Una biorrefinería es una estructura que integra procesos de conversión de biomasa y equipamiento para producir combustibles, energía y productos bioquímicos con alto valor agregado. “En la Argentina, la industria dedicada al aprovechamiento de la biomasa con fines energéticos tiene un gran desarrollo”, señaló Hilbert, para quien “este escenario le plantea al país una oportunidad para producir y exportar lo que demandará el mundo”.
Las energías renovables representan la industria con mayor crecimiento de los últimos años. De hecho, desde el punto de vista técnico las plantas de biocombustibles responden a nuevos conceptos de desarrollo ligados a la optimización del uso de la energía y el cuidado del ambiente.
Debido a la importancia estratégica de este tipo de empresas, el INTA analiza los productos y subproductos, nivel de emisiones y eficiencias energéticas en los complejos cañeros, de soja y de maíz. “En estos emprendimientos se busca seguir un tipo de evaluación ligado a lo que en los últimos años se denominó biorrefinerías”, indicó Hilbert.
En este contexto, Hilbert destacó las posibilidades y desafíos que presenta su desarrollo en la Argentina. “La industria de conversión de alimentos que sirve de base para estas nuevas aplicaciones es un buen punto a favor; mientras que la logística y el costos de transporte de insumos, el desarrollo de evaluaciones ambientales y sociales –que sirvan de respaldo a los nuevos productos generados– y la importancia de reducir el costo interno para ganar competitividad son aspectos a evaluar”, reflexionó.
Los primeros estudios, que incluyeron aspectos sociales y económicos se desarrollaron con la empresa Ag-Energy, del Grupo Lucci, ubicada en la localidad santiagueña de Frías. Fue complementado por el análisis del complejo transformador de soja en Santa Fe, donde se generan harinas para alimentación, concentrados proteicos, aceites, biodiesel y glicerina en forma integrada.
“Las nuevas evaluaciones plantean un abordaje integrado de los biocombustibles y bioproductos con un análisis de toda la cadena de producción y transformación de la biomasa, así como las posibles interacciones entre los diferentes productos”, explicó Hilbert, y agregó: “Complementariamente, se analiza la infraestructura logística y de transporte que, en casi todos los casos, es compartida con otros productos”.
“Hoy en día están en revisión paradigmas que cuestionaban a los biocombustibles de primera generación provenientes de coproductos de cultivos”, aseguró Hilbert, y puntualizó: “El INTA trabaja en el desarrollo de metodologías que sirvan para entender cómo la extracción y transformación de biomasa puede afectar al conjunto del sector agropecuario y agroindustrial argentino”.
FUENTE: INTA Informa
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