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16/12/2016

Cómo elegir y conservar las remolachas

Estamos en plena época de estas hortalizas. Cómo escoger la mejor en el mercado, qué hacer cuando llegamos a casa y qué beneficios aportan a nuestra salud.

¡Estamos en plena época de remolachas! Las hay rojas, naranjas y blancas y todas comparten las mismas propiedades nutricionales.

Es un vegetal rico en hidratos de carbono complejos, lo que nos ayuda a tener energía de larga duración, y tiene un gran contenido de fibra, lo que favorece a nivelar el azúcar en sangre.

También es una gran fuente de potasio, hierro, betacaroteno, yodo y además posee muy poco sodio. Son ricas en ácido fólico, necesario y fundamental en los primeros meses de embarazo para prevenir enfermedades y malformaciones del tubo neural.

Es antioxidante y antiinflamatoria y, por su gran contenido de fibra insoluble, nos ayuda a limpiar los intestinos y purificar el hígado.

¿Cómo elegimos una buena remolacha? La remolacha fresca y orgánica o agroecológica se suele vender en manojos, con todas sus hojas y raíces. Yo recomiendo elegir aquellas que se sientan más firmes al tacto, redondas y carnosas, sin demasiadas manchas ni golpes para asegurarnos que adentro estarán en buenas condiciones. Las hojas de las remolachas también son comestibles y podemos usarlas para rellenar tartas o empanadas, hacer torrejas, gratinarlas y con los cabitos podemos hacer conservas.

En cuanto llegamos a casa, lo ideal es mantenerlas en la heladera, separando la raíz de las hojas, hasta el momento de consumirlas. Duran de 2 a 3 semanas. No conviene congelarlas crudas, porque pierden firmeza, pero si hemos comprado mucha cantidad podemos cocinarlas al vapor y entonces sí podemos freezarla. Las hojas de la remolacha, por separado, también pueden conservarse en una bolsa de plástico, sin lavarlas, durante 5 a 7 días.

Si elegimos consumirlas cocidas, lo recomendable es hacerlo al vapor con su cáscara. Para pelarlas es más fácil si se sumergen en agua fría. Una vez peladas se pueden cortar y congelar en un recipiente hermético.

Se las puede comer crudas, ralladas en ensaladas, como parte de jugos energéticos y depurativos, cocidas al vapor y en risottos, hamburguesas, purés, dips y sopas.

FUENTE: Mariana Bisso de Cocina Mona exclusivo para Sabe la Tierra.

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