El vértigo con el que estamos acostumbrados a vivir día a día hizo que cada vez más personas elijan encontrar un contrapunto a tanta aceleración en su propia rutina. Una alimentación consciente, un consumo sustentable y una vida más relajada son algunas de las estrategias escogidas. Y también volcarse a la jardinería: esta actividad ancestral es adoptada cada vez más por quienes quieren ponerle un «stop» a la locura diaria.
A pesar de que mantener una huerta representa mucho trabajo, la jardinería es para muchas personas un hobby. Incluso obligaciones como regar el césped y las plantas todos los días en períodos de mucho calor, o quitar la maleza, pueden constituir una pausa relajante. Esta sensación de contacto con la naturaleza y «pies en la tierra» se está convirtiendo en tendencia y ya tiene nombre: jardinería consciente.
La jardinería consciente tiene que ver, más que nada, con una actitud de jardinero. No hace falta aprender técnicas especiales: se trata más bien de abordar de un modo más intenso la labor y sentirse más satisfecho. Si se va a plantar una verdura, por ejemplo, la idea es hacerlo con plena consciencia, centrándose en cada uno de los pasos, como preparar la tierra, colocar las semillas y regar.
Es importante apreciar la tierra, sentir las semillas en las manos y alejar todo pensamiento estresante de la mente. Se trata, antes que nada, de tener una actitud consciente. Es difícil que una tercera persona distinga entre un jardinero común y uno consciente con sólo observar la escena, pero el segundo, a diferencia del primero, tendrá una vivencia especial.
Esta consciencia termina generando otra actitud hacia la naturaleza. El jardinero desarrolla cierta paz que lo ayuda a aceptar los designios de la naturaleza. Entre otras cosas, ya no se rezonga tanto con el clima.
En tiempos de aceleración, vértigo y consumismo, la jardinería consciente ayuda a volver a los orígenes. Un ejemplo: prestar atención a la textura de una semilla, tocarla, mirarla, ofrece la oportunidad de reconocer si dará la verdura deseada. Ser más consciente también ayudará a reconocer la maleza de inmediato y actuar en consecuencia.
Los ojos son la principal herramienta del jardinero. Cuanto antes se detectan las plagas que pueden afectar a un arbusto, mejor se pueden evitar los daños. Lo mejor es quitar las plagas de forma mecánica, ya que así se puede descubrir, por ejemplo, que la tierra del arbusto necesita algo de compost. Quizá de ese modo también se descubre que las rosas que están al lado del arbusto necesitan cuidados. O que otras dos plantas están creciendo demasiado encimadas y que hace falta dejar más espacio entre ellas. Las plantas lo terminarán agradeciendo.
La jardinería consciente permite disfrutar del cuidado de las plantas y no vivirlo como una obligación. Además, el objetivo final ya no es sólo tener un jardín o balcón bonito, sino aprender a convivir con las estaciones y los ciclos vitales. A fin de cuentas, hay un aprendizaje en comprender que determinados tipos de azaleas sólo florecerán una vez al año. Y que está bien que sea así.
FUENTE: Dorothée Waechter (dpa)
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