Cuando se habla de comercio exterior, es ineludible mencionar a Japón como uno de los países con más dificultades a la hora de ingresar con productos a su mercado. Importadores exigentes, reglas estrictas y un proteccionismo arraigado son algunas de las causas. De estos temas habló el embajador japonés en la Argentina, Masashi Mizukami, durante su presentación en la feria ExpoSustenta, que tuvo lugar entre el 6 y el 9 de noviembre en el partido bonaerense de Berazategui.
«El mercado japonés es una vara para medir la calidad de los productos. Locales y extranjeros lo conciben así. Y esta vara severa la construyó el propio japonés. No se trata de solo exigir una marca. Se trata de un proceso de elaboración cuidado y controlado que garantiza la total seriedad de la producción», expresó el diplomático.
Este comportamiento estricto de consumo se remonta a siglos atrás. Según relató Mizukami, el período comprendido entre 1731 y 1874 fue fundamental para ello. Durante esos casi 150 años, el mercado japonés estuvo prácticamente cerrado a la influencia extranjera, a causa de políticas proteccionistas estrictas del gobierno local: se practicó una suerte de «aislamiento económico», de acuerdo a las palabras del propio embajador.
«Eso significaba que nosotros no exportábamos ni importábamos: todo lo producíamos y lo consumíamos dentro del país. En esa época, la mayoría de los productos se elaboraban muy cerca de las manos del consumidor, a no más de 50 kilómetros de su casa. Entonces, los japoneses conocían quién producía eso, de qué manera, con qué cuidados. Por otra parte, los productores no tenían ninguna intención de engañar a nadie, porque una vez que engañaban no podían vender más en esa zona», contó el diplomático, al tiempo que agregó: «En este marco, nosotros siempre vivimos tranquilos en cuanto a calidad, seguridad y salud de los productos».
No obstante, la situación cambió en 1874, a partir de una primera apertura de las fronteras comerciales. «Nosotros no tenemos riquezas naturales como la Argentina, así que comenzamos a importar materias primas y a convertirlas en productos elaborados para exportar», explicó Mizukami.
Esto derivó en un aumento importante del flujo comercial japonés. Sin embargo, algunos sectores, entre los que se encontraba la agricultura y ganadería, no se sumó a la nueva ola de negocios. «Los agricultores afirmaban que ellos no tenían ninguna intención de vender su producción afuera. Sólo sucedía que, ante malas cosechas, se importaban productos, como arroz. Pero cuando la situación se normalizaba, las fronteras se volvían a cerrar», relató el embajador.
La perfección de la producción japonesa
Para Mizukami, «los japoneses tienen la capacidad de producir cosas sencillas de una calidad excelente», y destacó el grado de perfección de la producción japonesa, al que calificó como «extremo». En ese sentido, citó el caso de la producción de zanahorias: «El consumidor japonés quieren comprar zanahorias del mismo tamaño, misma forma y mismo peso. Fuera de esta lista, se tiran a la basura. El mercado japonés busca calidad«, afirmó.
Sus compatriotas, señaló, hacen día a día un esfuerzo importante para lograr la seguridad alimentaria óptima que permita ganarse la confianza de los consumidores. Ese camino se basa en tres pilares: la mejora en la seguridad de los alimentos -con extremas medidas de control de la trazabilidad y un esquema de buenas prácticas agrícolas extendido y riguroso-; medidas fitozoosanitarias fuertes y de fácil control sobre los productos japoneses; y un discurso claro para ganar la confianza de los consumidores, que incluye la difusión de informes periódicos sobre el mercado alimentario y el rotulado correcto del material a la venta.
Los productos argentinos, ante los ojos de Japón
«Nosotros no tenemos dudas de la calidad de los productos argentinos -afirmó Mizukami en otro tramo de su disertación-, pero para entrar al mercado japonés no alcanza«. Dado que, según sus palabras, los argentinos tenemos una «confianza ciega» en nuestra producción, nos es muy difícil entender las trabas que interponen los importadores de ese país asiático a la hora de comprar.
«Desde nuestro punto de vista, no hay que preguntarle al vendedor, en este caso la Argentina, qué es lo que nos quiere vender, sino que la última palabra la tiene el consumidor japonés. Él tiene derecho a elegir lo que quiere, sin explicar ni justificar por qué compra o no compra un producto. Y esto es algo que siempre hay que explicarle a los exportadores extranjeros», comentó el embajador.
En ese sentido, recordó una exportación frustrada de pollos desde la Argentina hacia Japón, que tuvo lugar a fines de la década del 80, cuando él también era embajador en el país. «Un día, volvió a la Argentina un cargamento de pollos, rechazado desde Japón. El importador japonés le explicó al exportador argentino que los pollos que le había enviado tenían restos de plumón. El argentino reaccionó: ‘Pero sólo quedó un poquito, casi nada de plumón, y además no es perjudicial para la salud’. Sin embargo, el importador japonés respondió: ‘No importa si es poco o mucho o si es o no perjudicial, el tema es que los consumidores japoneses no lo compran, es un producto de venta imposible en el mercado japonés’. Este es un claro ejemplo de cómo funciona nuestro consumo», indicó.
A pesar de esta férrea oposición al ingreso de productos extranjeros, desde 2012, con el cambio de primer ministro, las fronteras comerciales se abrieron aún más. Según explicó Mizukami, el mandatario tiene muchas ganas de ampliar el sistema económico de su país, para lo cual se planteó tres metas: cambios en la política monetaria -que incluyen inflación y devaluación de la moneda local «para que marche la economía»-, cambios en la política fiscal y una estrategia de desarrollo que incluya educación de trabajo, más oportunidades para las PyMEs y herramientas financieras accesibles, entre otras medidas. Y una ampliación de la economía agraria.
«Nuestro gobierno quiere ampliar la economía agraria, situación que de a poco está siendo aceptada por el sector. Al mismo tiempo, y ante el interés del mundo por productos exóticos japoneses de alta calidad y precio, los agricultores ya tienen ganas de exportar», comentó el diplomático.
Para finalizar, Mizukami señaló: «Yo pienso que la calidad de los productos argentinos es buena. Y si se cambia la mentalidad de los japoneses, como lo está intentando el gobierno actual, van a cambiar su comportamiento en relación a las importaciones y exportaciones. Y vamos a poder comer carne argentina en Japón, y ustedes probar nuestro melón de u$s100″.
25 de noviembre de 2014
analice bien hecho, en este momento no todo se preocupan x la calidad, ojo, ojito. saludos.