En 1996, durante el gobierno de Carlos Menem y con Felipe Solá como ministro de Agricultura, se sembró el primer cultivo transgénico en la Argentina: la soja tolerante a glifosato. Más tarde se sumaron los maíces y algodones resistentes a insectos (cultivos Bt), así como otros cultivos que combinan la tolerancia a herbicidas y la resistencia a insectos.
De acuerdo con cifras del Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología, en Argentina se siembran alrededor de 24 millones de hectáreas con transgénicos (el 12-13% de la superficie global con este tipo de cultivos), posicionándose tercera detrás de Estados Unidos y Brasil. Casi el 100% de la soja y el algodón y más del 97% del maíz se siembra con variedades transgénicas.
Hasta 2015, los beneficios brutos por los cultivos transgénicos fueron de 126.969,27 millones de dólares. De ese total, 118.355,91 millones corresponden a la soja, 5.510,50 millones al maíz y 3.102,86 millones al algodón.
Política de Estado
Super Campo dialogó con Gabriela Levitus, Directora Ejecutiva de ArgenBio acerca de una política de Estado que atravesó gobiernos de distintos signos políticos, donde ninguno dejó de aprobar nuevos eventos biotecnológicos.
Según Levitus, la introducción de los cultivos genéticamente modificados (GM) “fue una voluntad política muy acertada y la biotecnología ha sido una política de Estado independientemente del tipo o color de Gobierno. Hemos sido bastante privilegiados y eso contribuyó a que la percepción pública no sea un problema. Hay un marco regulatorio y además las asociaciones de productores han sido grandes comunicadores.”
Con respecto a las trabas de algunos países a la entrada de productos GM, la directora de ArgenBio comentó que “en Argentina tenemos una agricultura muy tecnificada y somos exportadores, entonces los países importadores han tomado el tema de los eventos aprobados para regular la entrada de cultivos. Si el evento no está aprobado en Europa o China, no podemos exportarles la soja. Argentina depende de lo que determinan otros países. Se ha generado algo muy complejo que ha frenado el desarrollo de la biotecnología, por eso no ha podido penetrar en cultivos donde no se pueden recuperar los costos como en la soja, maíz y girasol”.
Aceptación
Acerca de los consumidores argentinos, Levitus dijo que “en Argentina no hay mucha preocupación sobre los transgénicos, porque ya que están entre nosotros hace 25 años, se comen y dan a los animales. Cuando surge una preocupación, uno trata de responderla y se da cuenta de que está relacionada con la agricultura en general. Lo que hemos aprendido en estos años es que la preocupación no está sobre la biotecnología en general. Hay mucho desconocimiento y preocupación sobre cómo se producen los alimentos en general y a veces no se sabe que los cultivos se mejoran y no se comen los alimentos de la naturaleza”.
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