El Centro Integral de Biotecnología Aplicada (CIBA) de la Universidad de San Pablo-Tucumán nació en 2015 con el objetivo de investigar y desarrollar eventos biotecnológicos para el cultivo de caña de azúcar, a partir del aporte económico de Compañía Azucarera Los Balcanes. El centro se fundó luego de que el Gobierno Nacional resolvió que la caña transgénica puede ser utilizada en la Argentina y desde el primer minuto comenzaron a trabajar en el desarrollo de un evento transgénico cumpliendo con las reglamentaciones que impone la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia). En ese camino se trabajó en el saneamiento y revigorización de variedades “que tienen muchos años en los campos y tienen cierto agotamiento fisiológico. Tratamos de rejuvenecerlas con el objetivo de aumentar la cantidad de tallos por cepa, yemas por tallo, así como obtener semillas de mayor calidad y, sobre todo, sanas sin afectación de patógenos”, comentó el cubano Jorge Montes de Oca, director Técnico del CIBA.
MULTIPLICACIÓN. Para realizar la multiplicación se parte de material elegido en campo y se somete a tratamientos físico y químicos a fin de eliminar contaminantes. Luego se siembran en macetas y cultivan en condiciones semicontroladas de invernadero con riego, fertilización y control de plagas y enfermedades. A estos “donantes” se les realiza un análisis de las principales enfermedades y, si los resultados indican que se encuentran limpios, pueden ingresar en laboratorio. Ya dentro del laboratorio se procede a extraer el meristema apical, que se establece asépticamente en un medio de cultivo semisólido con todos los macro y micro nutrientes, vitaminas y reguladores de crecimiento necesarios para que la planta regenere.
Una vez que se obtuvo una planta completa pasa a la fase de multiplicación. Cada 15-21 días se subcultivan las vitroplantas mediantes estos subcultivos el número de plantines va creciendo exponencialmente. En general se pueden realizar 6-10 subcultivos en dependencia de la especie vegetal, variedad, de manera de evitar alteraciones fenotípicas o genotípicas. Las vitroplantas que presentan el tamaño adecuado pasan a fase de enraizamiento, donde al medio de cultivo se le adicionan otros reguladores de crecimiento, auxinas, que actúan favoreciendo la formación de raíces. A los 30 días se encuentran en condiciones de pasar a la última fase, de aclimatación o rusticación en casas de adaptación, en esta etapa lo que se busca es que el plantin recién salido de laboratorio adquiera de a poco las capacidades fisiológicas que le permitan subsistir en campo de manera exitosa al momento del transplante.
El CIBA también cuenta con biorreactores de inmersión temporal, una tecnología que disminuye drásticamente los tiempos de multiplicación y costos. Según Montes de Oca, “donde obteníamos de alrededor de 100 plantas partiendo de 25 vritroplantas, con ese volumen podemos llegar en menor tiempo entre 500 y 1.000 plantas con el sistema de inmersión vertical. Introducimos tecnología que nos permite obtener material más vigoroso y sano y que llegue con mayor rapidez”.
AL CAMPO. A partir de estos trabajos el centro comenzó a ofrecer las semillas y plantines a los productores que buscan mejorar sus cañaverales. Según Montes de Oca, el servicio no consiste solamente en vender estos materiales: “Antes de hacerlo conocemos la tierra que tiene el productor, si antes tuvo caña u otro cultivo y se les dan las recomendaciones pertinentes y de seguimiento durante un año para orientarlo en las labores de cultivo, riego y fertilización, es un asesoramiento aparte de venderle el plantín. Estamos llamados a ser una empresa de semillas por la manera de obtener los transgénicos, de multiplicarlos rápidamente cuando estén liberados”.
Federico Pérez Zamora, director General Técnico del CIBA, comentó a Super CAMPO, “el objetivo que tenemos es que la tecnología llegue en su estado más puro al productor y eso se logra invirtiendo en mejores metodologías y tecnologías que bajen el costo de producción de los plantines. Estamos trabajando cada vez de manera más eficiente para obtener mejores tasas de multiplicación y bajar el precio. Es una tecnología de escala y cuando ésta aumenta es más accesible al productor. Entendemos que en los requerimientos que tiene un plan de biocombustibles y generación de energía, el ingreso de la caña de azúcar en la matriz energética en la Argentina impone la necesidad de generar volúmenes de caña superiores. Estamos muy acotados y es inelástica la posibilidad de aumentar el área”.
En cuanto a la recepción de estos materiales por los productores, Montes de Oca señaló: “Al principio creíamos que el productor iba a tener un poco de temor. Hicimos trabajos de difusión en exposiciones y jornadas a campo y a partir de ahí vino mucha gente a visitarnos y a comprar. Hoy, de la producción que tenemos para pasar el invierno en los invernaderos hay una parte importante que ya está vendida. Es interesante porque hay productores que realmente hicieron la prueba, les gustó la tecnología y están buscando mejorar sus rendimientos. No es una tecnología económicamente inaccesible. El desembolso inicial parece caro, pero puede volver a utilizar la semilla y la planta tiene tres cortes”.
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