Dentro de pocos días, entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre, los países se reunirán en París en una nueva cumbre sobre cambio climático. Se espera que en este encuentro quede fijado el compromiso vinculante internacional para la reducción de los gases de efecto invernadero, incluyendo las grandes potencias. De la decisión de los países de cumplir efectivamente con lo allí acordado dependerá el futuro del planeta. El objetivo principal de la conferencia de la partes, o COP21, que se realizará en la capital francesa, es limitar la emisión de gases con efecto invernadero para que el aumento de la temperatura global no supere los 2° C.
No es menor si se considera que en las últimas décadas la temperatura media ya aumentó 1° C, lo que tiene consecuencias importantes sobre algunos cultivos, como los cereales de invierno.
A principios de octubre la Argentina presentó la propuesta que lleva a esa convención y de esta forma se sumó a los más de 150 países que ya lo hicieron. Entre ellos se encuentran todos los desarrollados y más de un centenar de países en vías de desarrollo.
En conjunto, representan alrededor del 90% de las emisiones globales de efecto invernadero. Lo importante es que los países con las mayores emisiones contaminantes, como India, China y Estados Unidos –que sigue siendo el que tiene mayor cantidad de emisiones per cápita–, también han presentado sus planes de acción. Para llevar adelante esas propuestas, los países deberán tomar decisiones trascendentales por sus efectos sociales y económicos. Y para ello los responsables de tomar dichas decisiones deberán contar con información altamente calificada.
Al respecto, y bajando al ámbito agropecuario, aparece el planteo del economista peruano Roberto Valdivia, que trabaja en la Universidad de Oregon y plantea un enfoque sistémico del tema adecuado a cada país. Valdivia es el líder regional del Proyecto de Mejoramiento e Interacción de Modelos Agropecuarios (AgMIP, según sus siglas en inglés) y trabaja en el marco de la Alianza Mundial para la Agricultura Climáticamente Inteligente, en la que participan unas cincuenta instituciones, entre organismos gubernamentales, académicos y privados.
Valdivia plantea que se dispone de un gran volumen de información para el sector agropecuario generado por los diversos modelos predictivos (los especialistas señalan que habría entre veinte y treinta), pero por lo general se refieren en forma específica a cultivos o regiones. “Lo que pretendemos es integrar todo el conocimiento que tienen los expertos de distintos ámbitos y las herramientas de las diferentes disciplinas para hacer un trabajo más coordinado”.
“Lo que a los tomadores de decisiones les interesa no es el rendimiento de un cultivo –agrega el investigador–, sino cuánta pobreza se puede reducir, cómo ayudar a lograr la seguridad alimentaria en determinada población, cuáles son sus niveles de nutrición y cómo reducir la desnutrición. Para eso hay que tener un enfoque de sistemas”.
Uno de los más importantes aspectos que diferencia los estudios de AgIMP de los anteriores es que “muchos trabajos de los efectos del cambio del clima analizan qué pasará con los cultivos y con la economía en 2050, pero utilizan los impactos con las condiciones socioeconómicas actuales”, dice Valdivia.
“Entonces –continúa–, hemos desarrollado una metodología para caracterizar posibles escenarios futuros de cómo lucirá cada país en términos socioeconómicos, físicos, institucionales y de políticas, para cada una de sus regiones”.
En la Argentina, como en el resto de los países, la toma de decisiones con la participación de todos los sectores es ineludible.
“Si seguimos sin hacer nada, la temperatura global podría subir más de 4º”, dicen en la ONU.
Nota aparecida en Diario PERFIL del sábado 24 de octubre. Para suscribirse, haga click acá
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