Por Ing. Agr. M. Sc. Adrian Bifaretti, Jefe Departamento Promoción Interna del IPCVA, y Lic. Eugenia Brusca, asistente del Departamento Promoción Interna IPCVA.
Los últimos meses se caracterizaron por el confinamiento general y la reducción drástica de muchas de las actividades del día a día. De todas las líneas de producción afectadas por el brote del COVID-19, la cadena de ganados y carnes se encuentra dentro de las actividades esenciales en esta crisis. Y de hecho continúa brindando y garantizando este alimento emblemático para los argentinos a lo largo y ancho del país. Cuando toda la sociedad atraviesa este difícil momento, con un horizonte incierto en lo sanitario y en lo socioeconómico, el sector cárnico dice una vez más presente y está cerca de la gente, cuidando el funcionamiento de la cadena para poder ofrecer de manera ininterrumpida carne vacuna segura y asequible.
En estos momentos de pandemia la cadena trabaja bajo protocolos, controles y normas del SENASA y el Ministerio de Salud de la Nación en forma coordinada con las diferentes provincias. La responsabilidad es de la cadena en su conjunto. No existe tratamiento ni vacuna contra el Coronavirus. El compromiso social es el único antídoto. Y la Cadena de ganados y carnes está demostrando hacerse cargo de su responsabilidad y compromiso social una vez más.
Bienvenida esta posibilidad que se le presenta y que está aprovechando, ya que durante los últimos años el sector de ganados y carnes viene siendo epicentro de debates públicos en el mundo, catalogado como uno de las principales causantes del cambio climático. Precisamente otra de las caras de esta pandemia ha revelado que la cadena de ganados y carnes no es ni de lejos una de las principales causantes de ello.
El continuo castigo que sufre desde hace unos años la producción de carne vacuna, particularmente a nivel internacional, por parte de diferentes instituciones, organizaciones y movimientos, con planteos ideológicos y con argumentos de dudosa validez científica podría tener un punto de inflexión, en función de las evidencias de mejoramiento ambiental, aun cuando las vacas de todo el mundo, han seguido haciendo su trabajo en plena pandemia.
La pandemia y su revelación en la emisión de GEI
Cuando se analizan los datos de los niveles de contaminación durante la cuarentena obligatoria sufrida por el mundo entero, los registros de organizaciones como la Agencia Espacial Europea o la mismísima NASA demuestran que durante los últimos meses los niveles de contaminación del planeta han caído de manera formidable.
Concretamente, desde los momentos previos a este mundo en suspenso, la NASA ha dimensionado un descenso entre el 20% y el 30% de las emisiones de emisiones de dióxido de nitrógeno en países como Italia, China y EEUU donde el covid 19 complicó el normal funcionamiento de plantas de energía, buena parte de la industria y afectó mucho el normal desenvolvimiento del transporte. las verduritas para el caldo y la cucharada de sal gruesa.
El desplome del dióxido de Nitrógeno es patente desde el espacio y hay que recordar que la principal fuente de las altas concentraciones de este gas es el uso de combustibles fósiles en el transporte, la industria y la calefacción. Al respecto y para dimensionar la caída en el nivel de emisiones, vale citar el comentario de Claus Zehner, Jefe de la misión Copérnico Sentinel 5-P. “Nunca habíamos visto algo así en Europa”, confiesa. “Lo único comparable fue la drástica reducción que vimos en Pekín durante los Juegos Olímpicos de 2008, cuando las autoridades cerraron la ciudad al tráfico y pararon las centrales térmicas de carbón”. Un análisis más profundo de este cambio durante la pandemia puede encontrarse en la nota “La pandemia provoca la mayor caída de contaminación observada en Europa” publicada por el web del periódico El País.
Varios análisis indican que estamos viviendo una caída sin precedentes en la emisión de CO2, uno de los principales gases contaminantes que causan el cambio climático. Buena parte de su disminución está relacionada con el freno del transporte terrestre a nivel global. Así se desprende de un artículo de la BBC que aborda la problemática del coronavirus y el cambio climático.
Las menores emisiones de CO2 a la atmósfera están relacionada también con el menor uso de energía entre otras cuestiones de peso. La Agencia de Energía Internacional por ejemplo, ha hecho estimaciones que durante este año el mundo usará un 6% menos de energía. Eso equivale a que se deje de utilizar toda la demanda energética de India, un país industrializado con casi 1.700 millones de habitantes.
De manera análoga, varios análisis del portal especializado Carbon Brief muestran que este año las emisiones de CO2 disminuirán entre un 4% y 8%, lo que representa entre 2.000 y 3.000 millones de toneladas menos de este gas en la atmósfera.
Esto, no hace más que demostrar que la ganadería, y con ello la producción de carne, no es la mayor responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero, quedando en evidencia que otras actividades como la producción de energía, el transporte o la industria a gran escala en muchos países con poder político, tienen mucha mayor responsabilidad en el cambio climático de lo que definen metodologías validadas solo parcialmente en función de los intereses predominantes en juego.
Si se computan las emisiones globales de todos los sectores de la economía, las emisiones agropecuarias de Argentina explican entre 0,5 y 0,6% de las emisiones globales; una cifra muy poco significativa a escala mundial (Viglizzo y Ricard, 2015).
A pesar de ello, vale profundizar en el enfoque que plantea Ernesto Viglizzo, uno de los máximos referentes y expertos en el tema en Argentina. Sostiene que es necesario perfeccionar y homologar a nivel internacional las metodologías para dimensionar la emisión de gases de efecto invernadero y considerar además la fijación de carbono por parte de la biomasa que habitualmente no vemos y que está en el suelo.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) parte del supuesto que las tierras de pastoreo como pastizales, sabanas y pasturas conservan un equilibrio el balance de carbono a través de los años. Sin embargo, ello subestima la capacidad de los suelos ganaderos para capturar y almacenar carbono atmosférico de manera permanente. Por ello, países como Argentina se ven perjudicados en los números que arrojan los inventarios GEI que son los que justamente absorbe la opinión pública.
En torno a este concepto es necesario reforzar y apoyar la postura de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y de la Dirección General de Asuntos Ambientales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos de la Nación, que en su momento han cuestionado la conclusión brindada por el (IPCC), sobre que el agro es el segundo emisor de carbono de la Argentina.
Nuestro país posee una producción ganadera a base de pastizales. Esto es un punto a favor para hacer valer su función ecológica y sus servicios ambientales relacionados con el almacenamiento de carbono.
La fijación de carbono de nuestros suelos posibilita generar un crédito de carbono en condiciones de neutralizar la totalidad de las emisiones de los otros sectores de nuestra economía. Nuestra ganadería no solo no resulta perjudicial para el medioambiente, sino que vuelve sustentable a la totalidad de nuestro sistema económico. De hecho, Argentina emerge como el país que mostraría el balance de carbono con mayores excedentes en toda la región del Mercosur, secuestrando 12 veces más de lo que emite, comparado con una relación de 3,5 promedio para la región.
El rol de la ganadería en la postpandemia
Buena parte de la ganadería argentina se desarrolla donde no hay otras alternativas de producción. No es fácil pensar en un posible reemplazo ya que otras actividades resultan hoy en día inviables desde el punto de vista social y económico desarrollar otras actividades. La FAO a propósito reconoce que el 70 % de las tierras agrícolas del mundo solo pueden destinarse al pastoreo de ganado.
Los rumiantes han existido en el planeta y han acompañado al ser humano desde siempre y si bien es cierto que el metano emitido, principal gas derivado del ganado bovino incide en el calentamiento global, no es el principal gas involucrado en este proceso ya que este lugar es ocupado por el dióxido de carbono.
Además, vale recordar que aproximadamente el 90% del CH4 emitido es inactivado en la estratósfera por un componente químico denominado Hidroxil (OH). Sus consecuencias negativas en la atmósfera se ven de este modo atenuadas a través de un proceso natural, circunstancia que sería oportuno considerar cuando se analiza verdaderamente el impacto de la ganadería en la problemática del cambio climático. (Saunois et al., 2016).
Desde una perspectiva productiva el modelo de la ganadería argentina se basa, mayormente, en estructuras agropecuarias diversificadas, en donde la producción suele ser mixta. En la cual convive la producción ganadera y agrícola en grandes extensiones de pasturas naturales y cultivos. Este es el punto de partida de una cadena de carnes comprometida con su comunidad y responsable del arraigo en buena parte del territorio nacional. Vale la pena resaltar el enorme efecto multiplicador de un conjunto de actores e instituciones que producen riqueza genuina con su participación: Trasporte de hacienda, intermediarios, centros de distribución, industria frigorífica, matarifes, carnicerías, supermercados, entre otros.
Un sector que pone a disposición de los argentinos el equivalente a 54 kg de carne vacuna por habitante por año en plena cuarentena y que además ha exportado a lo largo del último año, desde mayo de 2019 a abril de 2020, unas 880 mil toneladas equivalente res con hueso; por un valor cercano a 3.200 millones de dólares.
Indudablemente la cadena de ganados y carnes es una actividad muy importante para la economía argentina y lo será aún más en la etapa de recuperación postpandemia. Se necesitarán carne y dólares.
Argentina necesita de las vacas y necesita de productores que produzcan vacas. Todo el interior del país está relacionado de algún modo u otro con la ganadería. Eso es un aliciente para profundizar un camino hacia estrategias de mitigación que nos permitan seguir posicionándonos como uno de los países ganaderos más sustentables del mundo.
Vale la pena recalcar que a pesar del incremento del uso del grano en la alimentación de nuestros animales, seguimos teniendo una ganadería predominantemente extensiva en nuestro país. En este sentido, si bien es cierto que la emisión de metano es mayor cuando los animales se alimentan de pastos fibrosos que cuando se nutren de cereal, investigadores de la Universidad de Michigan en EEUU, demuestran que si el pastoreo se realiza con un manejo apropiado es posible lograr un balance de carbono más beneficioso. (Paige L. Stanley y otros, 2018).
Mas allá de esta aclaración, Argentina, por su extensión territorial y por la diversidad de sus condiciones agroecológicas, tiene un potencial de mitigación más alto que otros países.
Según el trabajo de investigación “Low-emissions development of the beef cattle sector in Argentina” publicado por FAO y New Zealand Agricultural Greenhouse Gas Research Centre existen grandes posibilidades de mitigar la emisión de GEI con diversas estrategias de reducción de la intensidad de emisiones, situación que se potenciaría aún más con la puesta en marcha de políticas público privadas que apunten a un incremento de la productividad del rodeo.
En Argentina podrían obtenerse ganancias significativas a partir de una reducción de entre 19 y 60 % en la intensidad de emisión y un incremento de la producción de entre un 24 y un 70% implementando medidas de intervención individuales para reducir la intensidad de CH4 entre 3 % y 39 % (kg CH4 /kg peso vivo), dependiendo del tipo de intervención y el sistema de producción.
Esta reducción de emisiones puede considerarse conservadora, ya que el análisis realizado no asume cambios profundos en la tecnología o cambios en los sistemas de producción. Reducciones significativas adicionales en las emisiones podrían lograrse a través de la combinación del manejo del rodeo y la sanidad con diferentes estrategias respecto a los aspectos nutricionales y alimentación.
En este marco, el IPCVA trabaja mancomunadamente con el INTA, las principales universidades y con otros organismos e instituciones del sistema científico tecnológico de nuestro país para promover la difusión y adopción de nuevas tecnologías de manejo adaptadas a las distintas realidades ganaderas del país y que constituyen la base para aportar conocimiento local. Esto con el propósito de dimensionar correctamente el equilibrio que logran nuestros sistemas en materia ambiental y los objetivos complementarios de lograr un perfeccionamiento de las estrategias de mitigación de emisiones y de secuestro de carbono.
Por mencionar solo algunos de estos proyectos, se encuentra próximo a finalizar una investigación llevada adelante por AACREA que apunta a analizar mediante estudio de casos la huella de carbono de la carne argentina y asimismo, se está trabajando con el INTI para analizar la huella hídrica de la carne vacuna argentina en función de distintos cortes y distintos mercados de destino.
Los requerimientos de sustentabilidad y mayores resguardos para la salud de los mercados es probable que se acrecienten postpandemia. La Unión Europea, de hecho ya ha aprobado una normativa que impone nuevas reglas para las empresas en materia de seguridad alimentaria a partir del 1 de abril de 2020.
En el marco de la estrategia de la UE (Farm to Fork Strategy), seguramente se irán armonizando cada vez más las declaraciones voluntarias sobre sostenibilidad que aparecen en las etiquetas alimentarias y se desembocará en un modelo de etiquetado sostenible con mayor grado de detalle de la información nutricional, social y medioambiental de los productos.
Probablemente y más allá de esta referencia, se incrementen en forma paralela en un futuro cercano mayores demandas por trazabilidad, que de no ser cumplimentadas deriven en la imposición de nuevas barreras verdes para países exportadores de alimentos.
En esta lógica, resurgirá la mayor valorización de los productos locales, los productos km cero como a muchos de ellos se los conoce y verdaderamente si queremos elevar la vara de nuestra competitividad debemos a estar dispuestos a trabajar seriamente por una ganadería más sustentable y con valor por sus servicios ecosistémicos. El potencial está. Hay retos, desafíos y oportunidades. No volvamos a perder otro tren…
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