Existen numerosas variedades de peras, con sabores y colores bien diferentes. Las hay amarilla y jugosas, rojas bien carnosas y verdes de pulpa firme y de sabor más ácido, pero en cualquiera de sus variantes la pera siempre resulta ser una fruta dulce, llena de agua, hidratante, refrescante y nutritiva.
Nos aporta minerales y oligoelementos (cobre, magnesio, manganeso, yodo y potasio), vitaminas y fibras. Nos ayuda a mantenernos hidratados y colabora con nuestro sistema digestivo por su gran aporte de fibra soluble e insoluble.
Es también buena fuente de energía duradera para niños que van a la escuela y deportistas, gracias a sus carbohidratos complejos (azúcares buenos).
La pera es rica en vitamina C, vitaminas del complejo B y ácido fólico, ideal para mujeres embarazadas.
Cuando está en su punto de madurez, la pera es tierna y dulce y de fácil digestión. Tiene un efecto alcalinizante en la sangre, contribuyendo a neutralizar el exceso de residuos tóxicos propios de una dieta rica en productos de origen animal de mala calidad. Alcalinizar nuestro medio interno es el camino para fortalecer nuestras células y nuestro sistema inmune. Las células malignas y cancerosas no se desarrollan de igual manera en un medio ácido, ideal para la aparición de enfermedades, que en un medio alcalino, que es lo que debemos buscar a través de la alimentación.
Es una fruta versátil que podemos consumir tanto cruda como cocida, en preparaciones saladas o dulces. Puede perfectamente formar parte de una tarta con champiñones o de un rico budín integral.
FUENTE: Sabe la Tierra.
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