¿Solo hay un uso agropecuario de los recursos naturales? En el mundo en desarrollo, en el Hemisferio Sur está la biodiversidad. Y la Argentina está allí y tiene los recursos naturales y el potencial para intensificar su explotación agroalimentaria de manera sostenible y -al mismo tiempo- sumar la generación de bioenergía y el uso medicinal de cultivos y moléculas desarrolladas por sus propios científicos, de manera de registrar medicamentos en el país. Todo esto, con vistas a jugar un lugar preponderante en el mundo como proveedor de alimentos con agregado de valor, para exportar múltiples productos a múltiples mercados con calidad e identidad.
Para lograrlo, hay que combinar buenas prácticas agrícolas, empresarias y públicas que generan deberes en torno a políticas de Estado que -a su vez- fijen reglas claras y permanentes para asegurar inversiones y educación de calidad, entendida como un derecho humano.
Esta es la idea que dejó el Simposio Del Sur al Mundo en 2030: Seguridad Alimentaria Global y Bioenergía que organizó el Departamento de Bioeconomía (*), Prospectiva y Políticas Públicas (BIOP3) de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba).
Durante el cónclave, que se desarrolló en el Centro Cultural de la Ciencia -ubicado en el Polo Científico Tecnológico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (Mincyt) en el barrio porteño de Palermo-, el ingeniero agrónomo Fernando Vilella, director del Simposio y de BIOP3, destacó que “entre las herramientas necesarias para que la Argentina (uno de los pocos países del mundo con posibilidades sumar tierras para la agricultura y aumentar su producción) se consolide en ese rol, hacen falta: acuerdos comerciales para colocar nuestros productos, aliento de formas asociativas modernas que agilicen las cadenas productivas, políticas crediticias que financien el agregado de valor local y una infraestructura acorde, en una economía amigable con el medio ambiente y la biodiversidad”.
Vilella también citó la necesidad de generar eventos biotecnológicos propios, de los cuales Argentina ya tiene varios (de resistencia a sequía en soja, a enfermedades en papa y otros por aprobarse), de desarrollar lo que llamó “farmacia biológica” -desagregando moléculas de uso farmacéutico-, y el uso de biomasa. “El uso de la fotosíntesis con conocimiento agregado debería ser uno de los pilares de la estrategia nacional con el objetivo de lograr una sociedad sofisticada, con educación sofisticada e integrada al mundo en forma coordinada con nuestros países vecinos”, sostuvo.
Más allá de sus conocidas ventajas comparativas a nivel agropecuario y climático que otorgan fortaleza a la agroindustria y los alimentos argentinos en una multiplicidad de sectores, Vilella mencionó las oportunidades que ofrece el contexto internacional. Entre ellas mencionó que, por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, lo que provocó que solo en China, en los últimos años, salieran de la producción agrícola 8 millones de hectáreas, al tiempo que millones de personas se incorporan a las clases medias. “Serán 2.700 millones de personas más las que dejarán de producir su propia comida y adoptarán la dieta urbana, que incluye mucho más carne”, ejemplificó.
Alimentar a la creciente población del mundo, que cada vez será más urbana, solo se logrará con mayor productividad, cuya herramienta fundamental -y única disponible para luchar contra el hambre en el mundo- es la intensificación del uso de la biotecnología, que también reduce uso de agroquímicos, generando ahorro ambiental.
En este sentido, para Vilella, “el crecimiento agroalimentario de la Argentina, potenciando la bioeconomía, puede ser la base de un crecimiento armónico, sostenible desde lo social y económico, dejando de ser el granero del mundo para llegar a ser el supermercado del mundo”. Y al respecto dejó un dato insoslayable: “La tasa del crecimiento de Asia y el déficit de autoabastecimiento alimenticio hace que en los próximos años, el 92% de la población mundial dependerá de la comida que les llegue de otros países”. Uno de ellos puede ser la Argentina si el país sabe aprovechar la oportunidad, en el marco del gran crecimiento que Sudamérica ha experimentado en los últimos años como exportador de agroalimentos.
A este panorama puede agregarse que, como consecuencia del aumento de 4.200 millones de habitantes que el planeta registró en los últimos 40 años, la disponibilidad de tierra “per cápita” para cultivo bajó a la mitad, pero la producción por persona creció de 650 a 810 kg. Estos resultados se dieron, en un 70%, como consecuencia de mayor productividad y tan solo en un 30%, por la incorporación de nuevas tierras de cultivo. “La productividad es educación, conocimiento y tecnología, y las únicas zonas que pueden incorporar tierra para el cultivo son los países fundadores del Mercosur -Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay- y Angola”, precisó Vilella.
(*) Acerca de la Bioeconomía
El nuevo paradigma de la bioeconomía comprende a las actividades económicas basadas en la producción y transformación sostenibles de la biomasa renovable en alimentos, energía, productos medicinales, materiales y productos químicos para la industria y la agricultura. El desarrollo de empresas en la bioeconomía, los bionegocios, es una prioridad estratégica para la mayoría de las naciones del mundo porque permite, por un lado, reducir la dependencia en petróleo y, por otro, atenuar el impacto ambiental de la actividad humana.
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