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Agricultura

10/09/2014

«Podríamos sumar 8M de toneladas en la misma cantidad de hectáreas»

Lo aseguró un especialista de la Universidad de Nebraska, Estados Unidos, que disertó en el X Congreso Nacional de Maíz. Expertos aconsejaron cómo mejorar la productividad.

Bajo la consigna «Una mirada de alta definición”, se realizó entre el 3 y el 5 de septiembre el X Congreso Nacional de Maíz, organizado por la Asociación de Ingenieros Agrónomos del Norte de Buenos Aires, que contó con la participación de numerosos especialistas de la Argentina y el exterior.

La apertura del encuentro, que se llevó a cabo en el auditorio de la Bolsa de Comercio de Rosario, estuvo a cargo del presidente del Congreso, el ingeniero agrónomo Alfredo Cirilo, quien en su discurso destacó la importancia de los expositores, pero sobre todo la calidad de los disertantes que abordarían diferentes aspectos referidos al maíz.

El cultivo del maíz es clave en esta coyuntura en la cual el mundo demanda una mejor calidad de dieta, dada la influencia que tiene en la vida alimentaria de la población y de los animales, además de la relevancia que adquiere como insumo para la producción de biocombustibles y por tener un efecto altamente virtuoso en los suelos.

Una de las primeras presentaciones estuvo a cargo de Patricio Grassini, de la Universidad de Nebraska, Estados Unidos. El especialista se refirió a las brechas que existen entre los rendimientos potenciales y los rendimientos reales obtenidos por el productor y expuso algunas herramientas para el manejo de esta gramínea que están disponibles hoy, como la correcta elección de híbridos, de acuerdo a los ambientes en que se vaya a implantar.

El especialista remarcó: “En términos generales, en el país la brecha entre rendimientos alcanzados y potenciales para este cultivo se sitúa en un 40%; es decir que si se corrigieran pautas de manejo podría aumentar 8 millones de toneladas la producción de maíz en la misma cantidad de hectáreas sembradas”.

Paralelamente, se refirió al Atlas de Rendimiento Global que se lleva a cabo para todas las zonas maiceras mundiales y que toma en cuenta la interacción de los diferentes genotipos y ambientes productivos.

Por su parte, el doctor Alberto Quiroga abordó el tema del manejo del agua en ambientes frágiles y planteó el desafío que significa para la agronomía saber qué capacidad de almacenamiento de agua de lluvia existe en función del espesor del suelo. Puso como ejemplo la situación generada en lugares como Huinca Renancó (La Pampa) o Salliqueló (Buenos Aires). “En esos lugares llovieron 200 mm de agua y el productor se pone contento; sin embargo, esa lluvia necesita tres metros de suelo para usarse. Si no disponemos de esa profundidad y sembramos un maíz de ciclo medio corto, no aprovecharemos los 200 mm que dice el pluviómetro, sino que sólo estarán disponibles 80 mm”. El problema es que no se está usando esa información. “Sincronizamos mal y hay mucho desfasaje. No aprovechamos lo que el cultivo nos permitiría trabajar y acoplarlo a la humedad que se aloja en el suelo”, resumió Quiroga.

En tanto, el ingeniero Mario Vigna, del INTA Bordenave, dejó algunas recomendaciones para los productores en el manejo de las malezas. Sugirió reconocer el tipo de especies que el productor tiene en el lote. “No hay que realizar esta tarea pocos días antes de arrancar con la siembra. Al cultivo yo lo pongo cuando quiero, pero la maleza siempre está presente; por lo tanto, cuando se toma la decisión de realizar la práctica agrícola, debe determinarse la historia del lote”, aconsejó.

“En función de esos resultados uno debe actuar sobre las malezas cuando están en estado pequeño. Se pueden usar herramientas más baratas y más eficientes y no esperar el momento para salir a apagar incendios”, alertó.

Otro aspecto que sugirió en materia de control de malezas es que el uso de las mezclas clásicas no son la única herramienta. “El problema se debe mirar un poquito más allá, detectar las  especies y las problemáticas que tiene cada lote, estimar cuándo va a nacer y evaluar cuándo va a tener el principal problema, para luego elegir el herbicida residual, el pre-emergente o el pos-emergente”, indicó.

A su turno, Aníbal Cerrudo, del INTA Balcarce, expuso sobre la posibilidad de hacer maíz en ambientes con restricción hídrica, condición que se suele dar en amplias regiones de la Argentina; razón por la cual el cultivo no integra la rotación. Cerrudo explicó que “la interacción entre momento, duración e intensidad del estrés hídrico condicionará el rendimiento alcanzable en cada situación”.

En otra parte de su presentación, el técnico explicó que el maíz es considerado un cultivo muy susceptible a restricciones hídricas, por lo que se lo suele limitar a los mejores ambientes o lotes. “La adecuación de distintas prácticas de manejo al ambiente contemplará la fecha de siembra, la densidad y el manejo nutricional. Además, será relevante también contemplar la tolerancia y la plasticidad del híbrido”, concluyó.

En tanto, el ingeniero Jorge Mercau, del Grupo de Estudios Ambientales de la Universidad de San Luis, opinó que en la Argentina el cultivo de maíz se basa en la agricultura de secano, en la que la variabilidad en la oferta hídrica condiciona los rendimientos medios y por ende el riesgo del cultivo. En ese sentido, explicó: “En la Región Pampeana norte, la mayor parte del maíz se siembra temprano entre septiembre y octubre, decisión que tuvo un condicionante histórico fuerte en la necesidad de escapar a una elevada presión de insectos plagas”.

10 de septiembre de 2014

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