Por Patrick Adam*
Es impensable que volvamos a tropezar con la misma piedra: en los años 80, Argentina y Brasil lanzaron planes para introducir alcohol para su uso en vehículos. Al poco tiempo, Argentina abandonó su plan, conocido como “Alconafta”. Brasil, en cambio, lo consideró una política de Estado y siguió con su programa hasta convertirse en la mayor potencia mundial en producción y uso de combustibles renovables para automotores.
Los biocombustibles renacieron en la Argentina en 2006 buscando remediar cuatro problemas centrales que de haber continuado con el anterior plan ya hubiese resuelto: una matriz de combustibles líquidos muy dependiente de los fósiles contaminantes, la pérdida de divisas que generaba y sigue generandopor importaciones de combustibles y el inicio de la lucha contra el cambio climático, especialmente para combatir la emisión de gases de efecto invernadero.
Y esta vez fue un éxito: la industria, que tiene hoy un valor de mercado superior al de YPF, ha cumplido con todas sus promesas: inversiones de alrededor de 3.000 millones de dólares, desarrollo en las economías regionales, valor agregado en origen y, muy especialmente, sustentabilidad, evitando el envío de de millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, mejorando el aire que respiramos y contribuyendo a que la Argentina cumpla con los acuerdos climáticos de París.
A este milagro económico y ambiental hay que sumarle el valor agregado de los coproductos, como la proteína de maíz para alimentación animal (burlanda), glicerina, energía eléctrica renovable, fertilizantes naturales, entre otros, integrando así la actividad en su conjunto en la economía circular.
Para fomentar su uso, el Congreso Nacional sancionó una ley que permitió que la mezcla de gasoil con biodiesel -producido con aceite de soja– llegue hoy al 10% y la de bioetanol con nafta al 12%, un primer paso para cumplir con los compromisos de reducir las emisiones contaminantes.
Esa ley, la 26.093, vence en mayo de 2021, y la industria verde se encuentra bajo un ataque sistemático de los refinadores de petróleo (y la inacción del gobierno) que quieren frenar su desarrollo y que contribuyan, al igual que el impuesto a la riqueza, a financiar el fracaso de la petrolera hegemónica semipública YPF S.A.
Y lo están logrando. A contrario sensu de lo que sucede en el resto del mundo, en Argentina se le exige al sector de los combustibles verdes que financie a la industria contaminante mediante un precio que está muy por debajo del de paridad de importación y de sus costos de producción.
Las empresas pequeñas y medianas que producen biodiesel están cerrando sus puertas y despidiendo a los trabajadores. Una situación similar vive el mundo del bioetanol: después de 10 meses de congelamiento del precio, contrario a toda la regulación existente, y un aumento del 35% en el valor de su materia prima desde enero de 2020, el gobierno anuncia una actualización de 10%, un número que deja a la industria al borde del mismo abismo en el que estaba antes. La suba del precio no compensa siquiera el aumento de la cotización del maíz (con el que se produce etanol) de las últimas semanas…
En vez de asustarse y atacar a las energías limpias, tratando de confundir a los consumidores y a los gobiernos, los refinadores de petróleo deberían incorporar a su vocabulario palabras como cambio climático, solidaridad intergeneracional, cooperación, sustentabilidad, análisis sistémico, economía circular, atomización de oferta, y bioeconomía: no pueden seguir comportándose como si nuestros hijos y nietos no tuviesen derecho a la vida.
Basta con ver que la petrolera francesa TOTAL, que está reconvirtiendo sus refinerías en Francia en productoras de biocombustibles. España, al igual que la enorme mayoría de los países de la Unión Europea, planea la prohibición de coches que funcionen con diesel o nafta antes de 2040, o que California decretó que para 2035 solo se venderán en el Estado vehículos que no contaminen, para tomar conciencia de la revolución ecológica que estamos enfrentando.
El anuncio del presidente Alberto Fernández sobre la mudanza de la Secretaría de Energía de Buenos Aires a la provincia petrolera de Neuquén es una señal de que camina en una dirección errada: mientras el mundo inició un proceso contundente para abandonar al petróleo como fuente de energía primaria, en la Argentina hacemos lo contrario.
La buena noticia es que aún estamos a tiempo de avanzar: tenemos materia prima de sobra para multiplicar por dos el uso de biocombustibles y alcanzar los niveles de nuestros vecinos Brasil, Bolivia y Paraguay. La industria en su conjunto trabajó en un proyecto de Ley que le permitiría a la Argentina modernizar su sistema regulatorio, abrir el sector a una mayor competencia, terminar con las importaciones de combustibles fósiles, potenciando al sector más eficiente y competitivo que tenemos: la agroindustria.
Es cuestión de entender hacia donde está yendo el mundo, cuales son las ventajas competitivas y comparativas de la Argentina, y también de voluntad política: no podemos seguir dejando pasar oportunidades de desarrollo, especialmente cuando hablamos de energía verde, de nuevas inversiones y de desarrollo federal.
No nos podemos permitir otro Alconafta.
*Director Ejecutivo de Director Ejecutivo de la Cámara de Bioetanol de Maíz
En Febrero del 2007 me llamó por teléfono un ex conjuez de la SCJPBA, por entonces segundo de Homero Bibiloni, encantadora persona, que estaba reunido con Florencia Roitstein, subsecretaria de Bibiloni en el área de remediaciones. La conversación re-caló en el problema de Magdalena que habían visto en 1999 sus riberas empetroladas por un derrame de Shell. Le comenté entonces, cuánto más oportuno sería ocuparse del emisario encubierto que desde hacía más de 4 décadas envíaba desde las refinerí-as de Campana sus pestes hidrocarburadas al estuario.
Fácil es estimar que allí los vuelcos superaban con creces la tragedia de 10 Exxon Valdés; y por ello lo del accidente de Magdalena era menos que un escupitajo. En adi-ción le recordaba a este ex conjuez de la SCJPBA, que el emisario encubierto, salía de la propia población que él habitaba. El comentario le movió de inmediato a mirar por http://www.alestuariodelplata.com.ar/costa1.html y 4 sig.
Roitstein que estaba a su lado le tomó sin decir agua va el celular prestado y me preguntó de dónde había tomado esas espeluznantes imágenes y qué denuncias había hecho. -Las había hecho por Prefectura y Puertos y Vías Navegables-. Pero el problema estando tan instalado como bien velado por 40 años, era imposible darlo vuelta.
Nunca más se habló del tema, aunque fácil es para cualquiera advertir la descomunal criminalidad de ese emisario. Este Amigo, hoy titular de la Secretaría de Juicios Ambientales de la CSJN es un ángel de persona. Pero, a qué dudar, hay problemas que por su inefable dimensión, superan al más bueno.
Las pestes emitidas por las refinerías y petroquímicas del Dock Sud superan 10 veces las de este emisario oculto de Campana; y no lo hacen del otro lado del canal Emilio Mitre, sino al lado mismo de las riberas de la gran megalópolis, afectando por deriva litoral a las tomas de agua de AySA en Palermo y por flujos costaneros en descenso a la toma de agua de AySA de Bernal. Carnicería completa, que ahora nuestros gobernantes sus incrementos se dedican a festejar. ¿Cómo no alertar de estas carnicerías ?