Reconocidos por producir hortalizas de primicia destinadas al consumo nacional, los horticultores de Salta y Jujuy se enfrentan a dificultades en la producción de tomate debido a la incidencia de plagas y enfermedades del suelo, la reducción de rendimientos por el monocultivo y factores adversos, sumado a las limitaciones propias de la escala.
Para Ceferino Flores –especialista en fitopatología del INTA Yuto, Jujuy–, “el injerto es una tecnología que permite remediar los bajos rendimientos en tomate, producto de los patógenos de suelo como la podredumbre vascular por Fusarium spp y los nematodos”.
Y aseguró: “Tenemos ensayos que confirman que mediante esta técnica es posible incrementar la productividad del cultivo de tomate hasta en un 58 %, producto de un mejoramiento fisiológico a partir del incremento en la vigorosidad radicular de la planta, así como el aumento en calidad, número y tamaño de frutos”.
Además, destacó que entre las numerosas ventajas que plantea esta técnica, es posible mejorar el comportamiento frente a infecciones por bacterias fúngicas. “Es una alternativa no contaminante para el manejo de enfermedades como marchitez radicular y de tallo por hongos y bacterias, nódulos de la raíz producidos por nematodos y raíz acorchada”, detalló.
A su vez, mejora la tolerancia a factores adversos, como la salinidad o la falta o exceso de humedad, y propicia el uso eficiente del agua y nutrientes, así como el retraso del envejecimiento celular por el vigor radicular, aceleración de la madurez reproductiva de plántulas y resistencia a la sequía.
Con respecto al mejoramiento genético, Flores explicó que “el injerto crea una nueva planta” y destacó la rapidez de esta tecnología con respecto a los métodos convencionales de mejoramiento.
Como si fuera poco, esta técnica también permite un ahorro en el costo de la semilla: “La densidad por hectárea de plantas puede reducirse más de la mitad, porque el vigor de una planta injertada permite ser manejada a dos tallos o más y reemplaza los cultivos de un tallo. La utilización de injerto ofrece al productor una nueva herramienta para mejorar la estabilidad productiva”, afirmó Flores.
INJERTO. En el Ramal Jujeño, se cultiva tomate, pimiento, berenjena y existe toda una cultura local en la actividad. Los productores que se dedican a esta actividad son, en su mayoría, de tipo familiar con entre una y 20 hectáreas.
“La técnica del injerto, en la actualidad, sólo está disponible en lotes producciones a gran escala”, indicó Flores, quien reconoció que “de la mano de las capacitaciones del INTA estamos logrando una mayor difusión de las ventajas e implementación de esta tecnología con amplias ventajas para el sector hortícola”.
De acuerdo con el especialista, esta técnica viene a resolver las problemáticas en las producciones que, hasta el momento, se contrarrestaban con el incremento en la utilización de plaguicidas, fertilizantes y nuevos materiales genéticos de mejor comportamiento.
En contraposición, Flores se refirió a las desventajas y aseguró que la técnica “aumenta los costos, debido al uso de doble semilla, más espacio en plantinera para doble plántula en crecimiento, mano de obra especializada o capacitación extra, uso de variedades indeterminadas en vez de determinadas, pues se requiere menor tiempo de producción para recuperar la inversión”.
TÉCNICA. Se trata de una técnica a partir de la que se ponen en contacto tejidos vegetales de un individuo con los de otro. La unión entre ambos forma una unidad biológica desde el punto de vista estructural y fisiológico, aunque cada componente retiene su patrimonio genético.
Un injerto lleva consigo una combinación de características deseables que consiste en nuevos brotes, los cuales son extraídos de una planta denominada “variedad de injerto”. La raíz es provista por una planta que se denomina “patrón” o “portainjertos” y otorga características radiculares especiales al injerto.
Fuente: INTA
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