Hasta hace unos cinco años poco se sabía del Amaranthus palmeri, y apenas se estimaban en unas 100 mil las hectáreas afectadas en todo el territorio agrícola nacional por esta maleza que se ha declarado voraz. Claro que ya había presencia del Amaranthus hibridus, la subespecie naturalizada, más conocida por los productores locales como yuyo colorado.
Hoy, cerca de cerrar la campaña gruesa 2014/15 ya se especula que serán unos 2 o 2,5 millones las hectáreas afectadas en todo el país con ambas especies. «Sólo el palmeri ya está afectando unas 700 mil hectáreas entre el sur de Córdoba, el sur de Santa Fe, además de focos en Salta y Tucumán; y donde se afianza esta maleza se convierte en el principal problema en la mente del productor», dice a PERFIL el ingeniero Juan Pablo Caporicci, coordinador de herbicidas para Argentina de FMC.
«Tampoco hay que descartar lo rápido que avanza hacia la zona núcleo», indicó, «porque si bien los primeros ataque se dieron en el sur cordobés, ambos yuyos colorados, que ya son resistentes a los herbicidas ALS como también al glifosato, avanzan en línea hacia el puerto de Rosario, por el traslado de semillas en los camiones, además de que las diseminan las cosechadoras», analizó Caporicci.
Esta maleza, sobre todo la variedad palmeri, tiene una rápida agresividad por su gran capacidad de producción de semillas, justamente el blanco que el productor debe atacar, para lo cual los especialistas recomiendan no sólo trabajar con químicos, sino también con medidas de manejo.
«En estos casos, las prácticas deben ajustarse región por región, pero la estrategia fundamental es arrancar con el lote limpio», explicó el ingeniero de FMC. «A nivel químico, la mejor estrategia es utilizar herbicidas preemergentes, que ayudan a mantener a raya el banco de semillas». Pero, luego de los treinta o cuarenta días en los que puede actuar, se deberían combinar otros manejos como el sombreado de los entresurcos para evitar que las malezas germinen ante la falta de luz. «Hay que trabajar con el estrechamiento de hileras, grupos de madurez más largos (ramificaciones) y fechas de siembra que le permitan a la soja un crecimiento lo más rápido posible», agregó Caporicci.
En cuanto al control químico, se recomienda el uso de mezclas de dos modos de acción diferentes que ataquen la maleza en dos procesos fisiológicos distintos. «Como el Amaranthus tiene una amplia capacidad de generar resistencia, el productor debe ser muy cuidadoso antes de definir el manejo para evitar problemas de resistencia a más principios activos, como ya sucede en Estados Unidos, por ejemplo», dijo Caporicci.
Hoy, por un tema de costos el productor no toma todos los recaudos que corresponden, pero debe entender que, una vez que una maleza resistente entra en un sistema de producción, lo cambia y es muy difícil volver atrás. Esto implicará invertir en productos preemergentes que estaban fuera de uso pero que hoy se convierten en la alternativa más rentable. «Un productor que se encontró con Amaranthus en su campo puede gastar hasta 100 dólares/ha en herbicidas para controles posemergentes, e incluso tener mermas de rindes de 7 a 10 qq con pérdidas fuertes en el margen», analizó el especialista de FMC, para contrastar que, «si gasta 80 a 100 dólares/ha en preemergentes, minimiza el uso de los posemergentes y se evita la merma de rinde».
Nota aparecida en Diario PERFIL del sábado 24 de enero. Para suscribirse, haga click acá.
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