Por Sebastián Tamashiro
(SLT FAUBA) Las personas que viven en las ciudades se interesan cada vez más en la horticultura urbana. Entre el cemento y los edificios, las huertas se convirtieron en espacios de producción, socialización y encuentro con la tierra, las plantas y los insectos.
“En contextos de crisis socioeconómicas en los que se dificulta el acceso a los alimentos, aumenta la cantidad de huertas urbanas porque se piensan como espacios para producir las propias hortalizas”, señalaron docentes de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) que integran el Programa de Extensión Universitaria en Huertas Escolares y Comunitarias (PEUHEC), de la misma institución. La horticultura urbana puede ayudar al autoabastecimiento, y a fortalecer las relaciones entre los ciudadanos y la naturaleza. Destacan la relación entre las huertas urbanas y el derecho a la alimentación.
“Tanto a mediados de la década del ’90 como en las crisis que atravesamos en 2002, 2008 y ante la presente pandemia, observamos un crecimiento en el número de huertas urbanas. Durante las crisis socioeconómicas, muchas personas comienzan a armar huertas en sus casas con la idea de autoabastecerse”, señaló María Ximena Arqueros, docente de la cátedra de Sociología y Extensión Rurales de la FAUBA.
“Aunque las huertas urbanas se inician con un anhelo de producir el propio alimento, luego, ese objetivo suele cambiar. No son experiencias exclusivamente productivas ni de sectores populares de la ciudad. En los últimos años se acercaron a la horticultura urbana personas con distintas expectativas e intereses, como pueden ser el vínculo con los alimentos, con procesos biológicos, con el reciclado de residuos y hasta con la ocupación de los espacios. Más allá de cuánto se produzca y de quiénes lo hagan, las huertas tienen un gran contenido simbólico”, indicó Nela Gallardo, docente de la cátedra de Sociología y Extensión Rurales de la FAUBA.
Arqueros agregó que “para mucha gente, el hecho de estar al aire libre y en contacto con flores y mariposas ya es placentero. Simboliza conectar con la energía vital en medio del cemento. Las prácticas hortícolas permiten satisfacer necesidades humanas como la de participar, de crear, de generar identidad, de subsistir y de libertad, entre otras, de forma simultánea y sinérgica”.
En este sentido, Gallardo le dijo a Sobre la Tierra que en emergencias como la actual, muchos grupos recurren a la huerta comunitaria como espacio para reconstruir y fortalecer el tejido social y las relaciones entre las personas. “Aunque hoy la gente no pueda reunirse físicamente, los equipos huerteros siguen activos intercambiando información y generando nuevas propuestas a través de diferentes canales de comunicación”.
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