De la mano del comienzo de la campaña, la isoca bolillera se posiciona como una de las plagas con más protagonismo durante el verano en el sudeste cordobés. Para Juan Pablo Ioele, jefe de la agencia de extensión rural de Corral de Bustos del INTA Córdoba, advierte que “si bien hasta la semana pasada la intensidad de los ataques era baja, hoy estamos encontrando hasta tres isocas bolilleras por metro cuadrado en numerosos lotes en el sudeste cordobés”.
En este sentido, explicó que “los perjuicios que causa al cultivo varían de acuerdo a cada etapa del mismo y al ambiente, ya que plantas con stress hídrico sufren mucho más severamente que plantas bien hidratadas”. De acuerdo con Ioele, si en la zona donde se implantará soja existen muy difundidas las siembras de legumbres de invierno, las probabilidades de encontrarnos con la plaga son mayores ya que estos funcionan como hospedantes alternativos y estacionales durante el invierno. Asimismo, Ioele detalló que “los daños de altas poblaciones son más importantes en grupos de madurez cortos que en ciclos largos dependiendo de las condiciones ambientales posteriores, principalmente cuando el ataque se da en estadíos vegetativos como se están dando actualmente”.
Se trata de una plaga que, en las primeras etapas del cultivo se alimenta casi exclusivamente de brotes. Así, rompe la dominancia y las plantas responden con la emisión de brotes laterales que, ya no tienen la productividad del principal. Además, si la planta se recupera y esas ramas se cargan, pueden caer y cortarse por el peso al ser la inserción más débil.
PÉRDIDAS. En campañas anteriores, Ioele recordó que “ya hubo momentos en los que las mermas alcanzaron los 900 kilos, sólo por la afección causada por este lepidóptero en la etapa vegetativa inicial”. Por este motivo, subrayó que en esta etapa se pueden tolerar menos individuos por superficie.
De acuerdo con la visión del especialista de Córdoba, en un escenario de cultivo estresado, desde V2 a V5-6 de grupos de madurez III y IV, no se debería encontrar más de dos larvas por metro cuadrado. “Ahora, si estamos transitando etapas vegetativas avanzadas y hasta R3, la tolerancia del cultivo es mayor debido a que hay más brotes de distinto tipo, foliares y florales, acompañado de la posibilidad de compensación por parte de la planta, situación que reduce las secuelas del daño”, matizó Ioele.
En estas instancias, el especialista habilitó la posibilidad de tolerar hasta cinco y seis orugas por metro cuadrado antes de decidir un tratamiento, aun si se está alimentando la plaga de pequeñas vainas recién formadas (R3), ya que la misma soja descarta las que no puede fijar y las que primero elimina son las dañadas. “Para cuando transitemos entre R4 y principios de R6, la situación respecto del cuidado del control vuelve a modificarse, ya que en ésta etapa se ocupan de comer granos, realizando orificios en las vainas para alcanzarlos”, explicó. En este período, se pueden utilizar umbrales de tratamiento similares a los de la etapa vegetativa.
PELIGRO. La isoca bolillera es un insecto que, en su estado de larvas pequeñas, se las encuentran en los folíolos plegados y es sumamente complicado actuar con insecticidas de contacto sobre esas orugas. “Al observar su comportamiento se puede ver como sólo una pequeña parte de la población se desplaza de un brote ya dañado a otro sin daño, el mayor número de isocas muere por efectos de ingestión”, detalló Ioele.
Para el control de las larvas, el director del INTA de Corral de Bustos, recomendó “emplear un insecticida sistémico o uno que tenga acción translaminar, es decir que, al ser absorbidas por el tallo pueda llegar a hojas aún no producidas algunos días después de la aplicación”.
Fuente: INTA Córdoba
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