Según datos recientes de la ONU, la agricultura representa el 70% del uso de agua a nivel mundial. Por el crecimiento poblacional que viene dándose, se prevé que será necesario duplicar la cantidad de alimentos a escala global para el año 2050. En este entorno, el uso de los mal llamados fuentes de agua no-convencionales, es decir, la potabilización de agua de mar y la reutilización de efluentes tratados (que deberían ser una fuente convencional), va a ser imprescindible para cubrir estas necesidades crecientes. Recordemos que los alimentos del sector agropecuario están constituidos mayormente por agua, en el orden del 70%. La incorporación de estas otras fuentes, implica contar con un marco legal adecuado, evaluación de la calidad del agua, reducción de los riesgos sobre la salud, y una aceptación consciente de los usuarios.
Productor de alimentos a gran escala, Argentina es un país con una responsabilidad enorme en este sentido. América del Sur cuenta con el 15% de la superficie terrestre del planeta, la décima parte de la población mundial y recibe el 30% de la precipitación global. Sin embargo, tenemos grandes problemas asociados al acceso limitado a este recurso.
Nuestro continente exporta gran parte de sus recursos hídricos de manera “virtual” (el “agua virtual” representa la cantidad de agua utilizada de modo directo e indirecto para la realización de un bien, producto o servicio). Un gran porcentaje es utilizado por la agricultura que, a escala mundial, representa el 80% del consumo mundial de agua (el resto se reparte en partes iguales entre la industria y el consumo humano).
Producir 1 kilo de tomate precisa unos 15 litros de agua, un kilo de trigo unos 1.500 y para solo 1 kilo de carne de vaca se gastan 15.000 litros de agua (FAO). Argentina y Brasil exportan miles de millones de litros de agua virtual cada año a través de los cultivos y el comercio.
De esta manera, el agronegocio en Argentina exporta 46 billones de litros de agua por año, siendo que con solo 8 billones abasteceríamos a toda la población, considerando el consumo actual de 500 l/día/habitante, y no 10 veces menos como lo recomienda la OMS (Organización Mundial de la Salud).
Tal como vimos durante el ciclo de webinars de ALADYR (que se extiende hasta junio inclusive), tanto para la desalinización del agua de mar (hoy más madura en los países desarrollados), como el reúso de efluentes, los primeros pasos han sido complicados desde el punto de vista de la legislación sobre la calidad y la disposición de las corrientes de provenientes de estos tratamientos. Paso a paso muchos países como España, Singapur, EE.UU. e Israel han superado esta dificultad. El primer obstáculo en cada uno de estos países fue la aprobación de la normativa y la aceptación de los usuarios finales, desde los agricultores a los consumidores, como sucedió en Singapur con el agua reutilizada y destinada a consumo humano.
España es un ejemplo en el uso de la reutilización de efluentes, y más específicamente, para la agricultura. El 25% de la tierra agrícola irrigada en la Unión Europea corresponde a España, y esta industria supone más del 5% de la economía del país, con regiones que poseen valores superiores al 20%. Algunas provincias bastante deprimidas antes de los años 70, como Almería, son en la actualidad zonas ricas gracias a una industria agrícola muy tecnificada. Otro ejemplo a seguir en agricultura son los países de Medio Oriente, como Israel.
Con cerca del 40-50% del total de la Unión Europea, España es el primer país europeo en implementar la reutilización, y el 5º en capacidad instalada a nivel mundial. Las ventajas del uso del reúso son evidentes; se incrementa la disponibilidad de agua, se reduce el efecto negativo de las descargas de agua residual y se disminuye la presión sobre las fuentes de agua superficial y subterránea.
Las distintas reglamentaciones amparan esta alternativa de valor. La Organización Mundial de la Salud estableció una normativa respecto del reúso de agua que fue adoptada por muchos países. Por ejemplo, la ley de California, EE.UU., respecto de la reutilización de agua de efluentes. Esta normativa abarca 4 niveles de agua reciclada según el tratamiento que recibe previamente y 43 usos específicos dentro de ellos. La mitad, tienen que ver con agricultura. Cultivos alimenticios pueden ser irrigados con agua terciaria desinfectada, proceso posterior al tratamiento de efluentes que generalmente involucra tecnologías como la ultrafiltración, la ósmosis inversa, radiación ultravioleta y ozono), por lo que cuenta con una mayor reducción de patógenos. Según dicha normativa, calidades inferiores pueden ser utilizadas con otros fines, tales como el paisajismo.
En este sentido existen múltiples opciones, como por ejemplo, filtración (para remover protozoos); filtración y desinfección (para tratar bacterias), coagulación; sedimentación, filtración y desinfección (para eliminar virus), etc. En algunos casos hay sustancias dentro del agua que se busca conservar, como los nutrientes, porque pueden ser beneficiosos para los cultivos. También se usan otros métodos de tratamiento, por ejemplo con cloro, ultrafiltración, ósmosis inversa, radiación ultravioleta, ozonificación, entre otras. Siempre, cuanto más sofisticado sea el tratamiento, mejor calidad de agua se obtendrá.
Desde ALADYR promovemos el uso de tecnologías bajo estándares de sustentabilidad y respeto ambiental, que en el país también existen y de hecho algunas empresas las exportan. Cabe destacar que a partir de la aplicación de procesos no convencionales para neutralizar los problemas de sequía en países como Perú y Chile, se han encontrado beneficios como mejor calidad de sus cultivos y otras características como mayor tamaño en uvas, paltas, ajíes, etc. Las normativas deberían contemplar esta posibilidad y contar con incentivos fiscales. Durante la pandemia del COVID19, Argentina aprendió de otros países y siguió sus pasos estratégicamente. Puede hacerlo con esto también y cumplir así con su compromiso asumido como miembro de la ONU de garantizar la gestión sostenible del agua.
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