Considerada la variedad emblemática de la Argentina, el Malbec registró un aumento del 50% de hectáreas destinadas a su cultivo en el período 2009-2018. De las 43 mil hectáreas cultivadas en el país, más del 85% se ubica en Mendoza. En este contexto, técnicos del INTA analizaron el impacto de la orientación de hileras sobre el desarrollo de las plantas, el microclima de la canopia, y la calidad química y organoléptica de uvas y vinos.
Para Martín Fanzone –investigador del INTA Mendoza–, “la orientación de las hileras y el sistema de conducción son factores determinantes en la interceptación de la radiación, el microclima de los racimos y la calidad de la producción”. En esta línea, aseguró que “hay poca información local sobre la influencia de la orientación de las hileras sobre el comportamiento fisiológico de las vides y la composición química de las uvas”.
De acuerdo con los ensayos, el investigador confirmó que “las orientaciones este-oeste y noroeste-sudeste, poco implementadas en la región, mostraron una mayor síntesis de compuestos fenólicos en las bayas, debido a un menor impacto de la radiación solar y, en especial, de la temperatura durante el período de maduración”.
“Esto evitó la degradación de los compuestos químicos de importancia sensorial responsables del color y de atributos en boca en el producto final”, detalló.
En este punto, aclaró que “los compuestos fenólicos son uno de los parámetros de calidad más importantes en los vinos tintos y pueden variar considerablemente según el cultivar, las prácticas agronómicas, el microclima de la canopia y la exposición del racimo”.
Fuente: INTA Informa
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