El Sudoeste de la provincia de Buenos Aires es una región con diversas limitantes para la producción agrícola. En particular, las precipitaciones son escasas y variables entre años, y posee una gran proporción de suelos poco profundos con baja capacidad de almacenar agua. De todas formas, en los últimos años, la superficie cultivada con maíz aumentó considerablemente en la zona. Para que esto suceda, los productores debieron adaptar los manejos agrícolas tradicionales. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) reveló que el área sembrada con maíz creció en un 400% entre los años 2008 y 2015, y determinó cómo se ajustaron fechas y densidades de siembra para lograr rindes estables en condiciones desfavorables.
“En la última década, la superficie sembrada con maíz aumentó en toda la Argentina. Este cultivo entró en la rotación de muchos campos por sus características benéficas para los suelos, entre otros aspectos. Además, la forma de producirlo se modificó y permitió que se practique en áreas con diversas limitantes, como el suroeste de Buenos Aires” contó Diego Rotili, docente de la cátedra de Cerealicultura de la FAUBA y estudiante de doctorado en la Escuela para Graduados ‘Ing. Agr. Alberto Soriano’, de esa Facultad.
“Inicialmente, en esta zona, los productores comenzaron a sembrar maíz con más frecuencia, pero con resultados muy malos. No les servían los manejos que funcionaban en las zonas núcleo. Tras más de una década de ajustes en las prácticas agronómicas, la producción del cultivo se estabilizó y su superficie se multiplicó. Con otros colegas de la FAUBA encontramos que el área cultivada pasó de 50.000 hectáreas a 250.000 entre los años 2008 y 2015. También estudiamos la forma en que los productores superaron las limitantes edáficas y climáticas de la zona, y los rindes que obtuvieron”, explicó Diego a partir del artículo que publicó en la revista científica Agricultural Water Management junto a Agustín Giorno, miembro de AACREA, y a Pedro Tognetti y Gustavo Maddoni, docentes de la FAUBA.
Rotili resaltó que los dos principales cambios de manejo responsables de la expansión fueron sembrar a menor densidad y retrasar un mes la fecha de siembra. “La cantidad promedio de plantas por superficie se redujo a la mitad, de 7 a 3,5 plantas por metro cuadrado, y la fecha de siembra se retrasó de principios de octubre a finales de noviembre”.
En este sentido, el investigador señaló que si bien con estas prácticas de manejo los productores bajaron las expectativas de altos rendimientos del cultivo, procuraron lograr los rindes más elevados posibles en los años de menores recursos. “Los productores eligieron subir los pisos y bajar los techos de rendimiento”.
“En base a diversas experiencias, ensayos y registros de productores de la zona, observamos que el maíz sembrado en octubre rendía, en promedio, 5.800 kg/ha, y el tardío, 7.500 kg/ha. Aunque son valores bajos en comparación con la zona núcleo —que pueden superar los 10.000 kg/ha—, son muy buenos para los productores de la zona, que usan el maíz como alimento para el ganado. Así reducen mucho sus costos”, indicó Rotili.
Fuente: Sebastián Tamashiro – Sobre La Tierra
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