Todo comenzó hace unos años pero no como emprendimiento sino como una forma de terapia, una suerte de meditación activa. Así lo cuentan Verónica y Gerardo, apicultores de Atlántida, pueblo del partido de Mar Chiquita, Bs. As. “Es que una vez que estás en la colmena sólo podés pensar en eso, te liberás de todo otro pensamiento porque hay que estar atento a lo que pasa”, reflexionan.
Hace 5 años aparecieron unos enjambres y decidieron aumentar la cantidad de colmenas y empezar a pensar en la apicultura como una forma de complementar los ingresos familiares. “Estábamos muy contentos pero el año pasado se nos murieron varias colmenas y nos dimos cuenta de que era indispensable capacitarse si queríamos que esto, que empezó como un hobby, se transformara en algo más”, recuerdan. Así fue que comenzaron a tomar cursos en el Centro de Formación Profesional de Mar del Plata y de 2 colmenas pasaron a 10 y piensan incorporar 4 más; hoy producen 100 kilos por año y lo venden en la zona.
Su sistema de producción, aunque no tenga ese “título” es el de la permapicultura ya que trabajan de forma sustentable y respetando los ciclos de la naturaleza: dejan toda la miel que las abejas necesitan, intervienen lo menos posible, utilizan productos agroecológicos para la sanidad y han plantado árboles, arbustos y aromáticas que gustan a las abejas.
Según Oscar Perone, especialista en permapicultura, en este planteo lo único que se utiliza es madera para las cajas porque las abejas entran solas a habitar el lugar donde crearán una populosa colonia y no se necesitan cuadros ni alambres, ni cera estampada, ni reinas, ni alimentadores pues no se le roba la miel a las abejas. Tampoco se usan fármacos, núcleos ni máquina centrifugadora para cosechar. “Me gusta ser parte de la sustentabilidad y contribuir a la ecología, me encanta el aporte que la abeja hace al mundo y ya estamos armando nuestra huerta con permacultura, que consiste en hacer canteros en forma espiralada porque representa la vida”, describe Verónica que además es docente. “Soy una apasionada de la naturaleza, todos mis proyectos escolares están relacionados a reciclar y soy ceramista porque meter las manos en el barro es maravilloso, es la vuelta a lo antiguo y a lo natural. Estamos tan atravesados por lo material y es tan poco significativo que estar en contacto con la tierra es grandioso”.
Gerardo explica que apuntan a producir miel orgánica pero como no pueden garantizar que no haya algún agroquímico en 3 km a la redonda que es el radio de la abeja, aseguran que su miel es 100% natural porque la cosechan y envasan ellos mismos. “La idea es tener una granja apícola educativa para que el turista pueda conocer el circuito productivo completo”, dice Verónica con entusiasmo.
“Y quisiera trabajar en el taller protegido Las Acacias para capacitar a los alumnos y que puedan dedicarse al envasado. Mi sueño es unir educación, naturaleza, ecología y turismo; queremos que este sea un estilo de vida para transmitirlo y generar conciencia de que siempre se puede hacer algo por la naturaleza”.
“La permapicultura es la vuelta a lo que está en armonía con la naturaleza y por lo tanto derriba muchos mitos que sostienen la apicultura convencional, como que los enjambres son fuente de enfermedades y que no son adecuados para aumentar el número de colmenas, que los núcleos y las reinas de criadero son “mucho mejores” y que no es posible que las abejas levanten grandes y largos panales
fabricados por ellas mismas sin ayuda de alambres para “evitar” que las celdas se deformaran por el peso de la miel y/o la cría”, describe el especialista a modo de ejemplo.
UNA COLMENA AUTOMÁTICA. Según el consultor apícola Oscar Perone, la permapicultura propone una colmena “donde no se necesitan insumos de ningún tipo y hasta para poblar dichas colmenas lo hacemos con los enjambres que capturamos, asegurándonos así de obtener la mejor genética en el lugar donde tengamos nuestros apiarios y de forma gratuita”. Para el especialista, la apicultura convencional se basa en mitos que la permapicultura ha derribado. Uno de ellos es “la creencia de que utilizar celdas de mayor tamaño en la cera estampada genera una abeja más grande y que producirá más miel… desconociendo que ese es el verdadero motivo por el que varroa se ha convertido en destructor de las colmenas. ¿Por qué? Porque en las colmenas sin intervención el tamaño (menor) de la celda permite que la colmena logre una temperatura tal que la varroa no pueda entrar, mientras que en la colmena intervenida por el hombre la temperatura es menor y no representa una barrera para este ácaro”.
Perone señala que “respetar a las colmenas permite que la abeja entregue lo mejor de sí y muestre el potencial que no puede desarrollar con la apicultura convencional. Sin los malabares técnicos incorporados por el hombre, se logra una colmena automática que no necesita intervención para lograr buenas cosechas».
Por Lorena López para Super CAMPO.
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