Las mujeres y niñas rurales son ¼ de la población del mundo y en países en desarrollo representan alrededor del 43% de la mano de obra agrícola. Este y otros datos sonaron fuerte esta semana en Buenos Aires, en ocasión de celebrarse el encuentro denominado W20, que aglutina a una red internacional de mujeres líderes de la sociedad civil.
La convocatoria tuvo como objetivo armar un trabajo para entregar al presidente de la Nación, Mauricio Macri, con recomendaciones para que tenga en cuenta el G20 cuando comience a trabajar en noviembre próximo. Las recomendaciones se basaron en: 1) aumentar y mejorar la participación de las mujeres en la fuerza laboral; 2) garantizar la inclusión de la mujeres al financiamiento; 3) garantizar la inclusión digital de las mujeres y 4) promover el desarrollo de la mujer rural.
Como punto destacado vale aclarar que esta fue la primera vez que la “mujer rural” se estableció como eje de trabajo en la agenda del organismo. La gran deuda es la visibilidad. Es complejo saber a ciencia cierta cuántas son esas mujeres rurales, qué representan en la ruralidad y cuáles son sus principales limitantes. La reina Máxima de Holanda, que participó por videoconferencia, mencionó los ejes tratados durante el W20 con especial hincapié en la brecha financiera: “Hay muchas mujeres excluidas del sistema, 800 millones no tienen ni siquiera una cuenta bancaria. En los países emergentes la brecha financiera es de US$ 1.700 millones”, expresó. Y por otra parte, instó a los gobiernos a trabajar en la creación de datos y estadísticas que permitan recabar información en materia de género: “Si no hay información, cómo podemos cerrar las brechas y medir el avance”, insistió.
Desde el W20 manifestaron que “cuando se habla de promover a la mujer rural se busca asegurar su acceso a servicios sociales sensibles al género como servicios legales, educación y salud en áreas rurales. Además, invertir en infraestructura para el desarrollo rural y asegurar la participación de las mujeres, así como asignar fondos a las asociaciones, cooperativas y cadenas de valor lideradas por mujeres”. El panel que abordó “La invisibilidad de las mujeres rurales y su rol en el desarrollo”, debatió acerca del rol de la mujer rural en los países del G20 y los desafíos para abordar el desarrollo en la ruralidad. La inclusión de la mujer rural, que tiene en cuenta la realidad de la región, se sumó por primera vez como eje de trabajo a la agenda del W20 en 2018, a partir de la presidencia argentina del grupo de afinidad.
Las panelistas hablaron de los problemas legales y de infraestructura que sufren las mujeres en zonas agrícolas. “En total, las mujeres y niñas rurales representan más de un cuarto de la población del mundo y padecen el doble de las desventajas de las mujeres que viven en ciudades”. Entre estas, destacaron la falta de acceso a la tierra, a los recursos productivos, a caminos, a la conectividad, el agua potable, y la salud. También se hizo mención de las conclusiones acordadas por el Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW) de ONU Mujeres. Entre ellas, se destacan la necesidad por parte de la mujer de acceder a la titularidad de la tierra – aún existen 52 países en donde esto no sucede- y la importancia de aplicar políticas sociales y económicas para el empoderamiento de la mujer rural más vulnerable, como las indígenas.
ESTADÍSTICAS. Tal vez de todas, la mujer rural es una de las más postergadas. En especial si se la compara con las que habitan las ciudades. Los roles y los trabajos de las mujeres en el campo son primordiales en la producción agraria argentina. Hay pocos escritos y estadísticas y por eso muchos historiadores e investigadores se preguntan por cada lugar que la mujer ocupa y cómo cada espacio otorga una especificidad a los lugares asignados simbólicamente a las mujeres. Alejandra de Arce es autora del libro “Mujeres, familia y trabajo: Chacra, caña y algodón en la Argentina (1930-1960)” y en el analiza porqué es escasa la visibilidad del trabajo de las mujeres
en el campo argentino. “El gran problema, si pensamos en las mujeres en el campo y su relación con el trabajo agropecuario, es la falta de estadísticas vinculada a sus actividades. Ellas siempre responden que trabajan en sus quehaceres domésticos y que les genera mucho más trabajo que el que tienen las mujeres en las ciudades”, comenta la investigadora al respecto.
“Ellas se ocupan de las huertas, de las chacras, de cuidar animales para la producción, elaboran conservas y artesanías para su comercialización. Este es un fuerte mandato histórico que siguen conservando algunas de ellas. La globalización y las nuevas tecnologías ayudan a la toma de conciencia de las trabajadoras rurales y su explotación”, señala De Arce para entender esta coyuntura. Pensando en el libro de Alejandra de Arce que trabaja en el aspecto pasado de las mujeres argentinas que trabajan en las producciones cañeras o algodoneras con tareas manuales que son difíciles para ser desempeñadas por mujeres más el trabajo familiar hay mucho por hacer. Es una deuda para todas ellas que sean reconocidas como trabajadoras rurales. Al no haber datos oficiales, y pensando que el Censo Agropecuario Nacional se realizará próximamente, es de esperar que se articule el eje de género, el que falta para entender este rol fundamental en el campo.
Por María Lorena Rodríguez para Super CAMPO
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