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22/11/2016

«Cama profunda», la técnica que potencia la producción de porcinos

De la mano del INTA, una familia de la Cuenca del Salado incursionó en la cría y venta de cerdos. Y esta herramienta acrecentó su negocio.

Sin prisa pero sin pausa, la producción de cerdos en la Cuenca del Salado –Buenos Aires– gana espacio gracias a la implementación de nuevas tecnologías. Así, el sistema de cama profunda y técnicas reproductivas se presentan como una oportunidad para el desarrollo de la actividad en la región. 

“La cama profunda es un sistema que puede utilizarse en establecimientos con hasta 150 madres y aplicarse desde el momento de destete hasta la venta”, indicó Oscar Bravo, especialista del INTA Cuenca del Salado, quien destacó el potencial de la técnica para mejorar los porcentajes de preñez en el período estival.

En este tipo de sistemas, el suelo de las instalaciones se recubre con una capa de entre 50 y 60 centímeros de profundidad que puede estar constituida por heno, cascarilla de arroz, hojas de maíz, bagazo de caña de azúcar, paja de trigo o de soja o una mezcla de estos materiales. “Hay productores a los que les está dando muy buen resultado la cama profunda”, dijo Bravo.

Sergio Morales, productor de cerdos de la Cuenca del Salado, tiene su explotación en Cacharí, partido de Azul. “Desde que hice el curso de cerdos del INTA hace 3 años no paramos más”, expresó, y aseguró: “Por el momento, tenemos 30 madres pero no paramos de crecer”.

En seis hectáreas, él y dos de sus hijos sueñan con llegar a las 80 madres y tienen el negocio montado de tal manera que hasta se encargan de producir el alimento con el que engordan a los animales: “Compramos la materia prima y producimos nosotros”, señaló Morales, y aclaró: “Con esto abaratamos costos y manejamos las raciones”.

“En lo productivo nos va muy bien”, agregó Morales, y aclaró: “Sabemos que fabricamos cerdos, por eso reinvertimos todas las ganancias”.

Leo Morales, uno de los hijos de Sergio, es ingeniero agrónomo recibido de la Universidad Nacional del Centro (Azul), y a los 26 años ya tiene su primer trabajo. “Es una gran apuesta familiar y sabemos que no tenemos techo para crecer. Por suerte contamos con toda la colaboración del INTA”, afirmó.

Por su parte, Santiago Morales, que tiene 21 años y estudia producción agropecuaria en la Universidad de Belgrano, opinó: «La explotación familiar rinde sus frutos porque nos llevamos muy bien y las decisiones que tomamos son siempre consensuadas”.

FUENTE: INTA Informa

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