La Bodega Garzón de Alejandro P. Bulgheroni, el establecimiento vitivinícola que se inauguró la semana pasada en Uruguay, es la primera bodega sustentable que cumple con las normas LEED y una de las más grandes del mundo (19.050 m²). Viñedos ondulantes, cavas privadas para un club de membresía, tres naves industriales excavadas en las rocas de Garzón y un espejo de agua que atraviesa la bodega son algunos de los detalles arquitectónicos que detalla en esta entrevista la arquitecta Eliana Bórmida, titular del estudio Bórmida&Yanzón, que proyectó la bodega.
“Imaginamos el movimiento de las personas y lo que sucede también con su vida interior en esos espacios. Sus sensaciones, sentimientos y emociones son esenciales en nuestra concepción arquitectónica”, anticipa Bórmida.
Debieron trabajar acorde a los normas LEED, ¿cómo fue ese proceso?
Ese es un tema al que Bulgheroni le ha dado muchísima importancia, es una bodega que ha apuntado a posicionarse rápidamente en esferas internacionales. Uruguay no ha sido un país que haya tenido relevancia internacional con sus vinos, pero con esta bodega pisará fuerte. Uno de los caminos buscados ha sido respetar las normas LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), sistema de certificación desarrollado por el US Green Building Council. Carlos Hartmann ha sido el arquitecto que acreditó las normas en Garzón. Los proyectos se hicieron en el estudio Bórmida&Yanzón y el paisajismo lo hizo Eduardo Vera, a quien nosotros siempre llamamos para eso.
¿El objetivo es minimizar el impacto ambiental?
Estas normas se ocupan de controlar todo impacto que vaya a tener la obra en el ambiente. Así como hubo una indicación para elegir la flora que es originaria del lugar, en cuando a la arquitectura influye sobre las orientaciones del edificio, sobre los materiales que se van a poner intentando establecer los valores de la trazabilidad. Es muy importante saber el impacto que va a tener el uso de un material desde su origen, es decir desde su materia prima, desde su transporte.
¿Cuál fue el concepto arquitectónico que plantearon para desarrollar el proyecto?
Nosotros hemos trabajado siempre respetando el medio ambiente y somos totalmente respetuosos del clima del lugar, así que el proyecto se adaptó naturalmente a las normas LEED, sin que tuviéramos conocimiento de ellas cuando empezamos el partido del proyecto. Lo que resultó muy interesante de esta experiencia es haber hecho una interpretación del paisaje, del terruño de Garzón y proponer una arquitectura a partir de eso. En realidad fue el mismo camino que hicimos en Mendoza cuando empezamos a hacer bodegas.
En Mendoza han trabajado en vínculo con la Cordillera andina, ¿en este caso influyó el mar?
El mar no está tan cerca de Garzón pero en la experiencia de la gente está presente. Más allá del mar, el paisaje es completamente distinto al mendocino, es un paisaje más húmedo, ondulante y sobre todo muy rocoso. Una de las cosas más fascinantes que fueron clave para entender la idea de arquitectura que nosotros planteamos son esas enormes rocas que afloran en la superficie del terreno. Son como grandes caparazones de tortugas medio enterradas y eso se debe a que el suelo geológico es el Escudo de Brasilia, uno de los estratos geológicos más antiguos del planeta. Esto es una cosa extraordinariamente interesante.
¿Cuáles fueron los ejes del paisaje sobre los que asentaron el proyecto?
Cuando empezamos a recorrer el terreno para imaginarnos la bodega, hubo tres puntos que quisimos poner en valor: por un lado las rocas del escudo de Brasilia, como parte fundamental del paisaje a preservar y de la arquitectura a realizar. Por otro lado, una flora nativa muy particular porque forma como un matorral muy verde, lustroso y relativamente pequeño que da expresiones de mata alta que parece ser selvática, algo muy diferente a lo que vemos en Mendoza. En tercer lugar el relieve, la colinas ondulantes llenas de montes redondeados y de cárcavas.
¿Trabajaron en una arquitectura del paisaje?
Por supuesto, como hemos hecho siempre en Mendoza, nuestra arquitectura fue una vez más una arquitectura del paisaje. Nosotros nunca pensamos en una pieza arquitectónica que esté simplemente posada en la naturaleza, porque para nosotros la experiencia de relacionar la arquitectura como si fuera un organismo vivo dentro del paisaje es muy importante. Cuando el visitante recorre esos lugares, las experiencias de adentro y desde fuera son las que terminan configurando la obra.
¿Las formas arquitectónicas que proyectaron tienen que ver con la ondulación del paisaje?
No necesariamente con la ondulación, pero sí con la articulación de los volúmenes. Es una bodega de mucha capacidad de elaboración, con tres naves de fermentación para distintas gamas de vinos. Estas naves que siempre son muy voluminosas, están semienterradas dentro de las hondonadas y tienen techos verdes, por lo cual no intervienenen el paisaje, en cambio sí predominan los ámbitos de sociabilidad del vino. Como toda bodega contemporánea no solamente hace vino sino que tiene un restaurante, un bar de vino y un club de membresía internacional de muy alto nivel. En los EEUU es frecuente hacer membresías de un club que tiene sus privilegios, entre ellos tener tu propia cava para guarda de vino. También hay una tienda merchandising, y una sala de usos múltiples y catas.
¿Cómo es el recorrido de quien la visita?
El proyecto tiene accesos diferenciados para las áreas industriales de trabajo y las zonas para el turismo. Los visitantes llegan y estacionan en un parque de rocas que ha conservado totalmente la flora nativa y después ingresan atravesando un espejo de agua con una arquitectura y volumetrías muy movidas de hormigón armado y vidrios. El agua cruza el edificio de lado a lado, hay un lobby grande, hacia la izquierda están el bar y el restaurante que tienen vistas en balcón hacia las colinas y los movimientos ondulantes de las viñas.
Después de ese lobby se sale a una terraza con pasto nativo que vuelve a mirar hacia abajo La gente recorre, mira, baja hacia las viñas y luego entra a la parte industrial por un patio que los lleva directamente hacia las cavas. Las cavas las hemos hecho excavadas directamente en la roca natural, quisimos mostrar la roca viva por donde brota el agua e hicimos unas acequias. Es una humedad controlada que entra y sale. También hay entradas de una luz cenital muy misteriosa. Están además las cavas privadas en forma de abanico, con curvas.
Después de las cavas se entra a un hall, se sube y se llega a la tienda de merchandising. Un puente que atraviesa un palmar desde un estacionamiento privado nos lleva al club de membresía.
¿Cómo ha sido para vos como arquitecta tener una experiencia en una geografía tan diferente a la nuestra?
En primer lugar fue muy estimulante porque nosotros sentimos un verdadero vínculo con el paisaje natural. En nuestro proyectos los primero que hacemos es ir a ver el lugar y sentir qué nos sugiere el paisaje.
En Garzón fue extraordinaria la experiencia. Creo que cuando la gente vaya al mar, a Punta del Este y luego visite la bodega se encontrará con un Uruguay diferente, con el Uruguay de la producción agrícola, de las nuevas industrias. El Uruguay abre con esta bodega una puerta a la enología globalizada.
Nos contactaron por nuestra expertisse en el desarrollo de bodegas y creo que se sorprendieron cuando empezamos a proyectar los espacios. Junto a Alejandro y Betina Bulgheroni recorrimos el lugar y conversamos del potencial extraordinario que tenía para desarrollar la sociabilidad del vino e instalarla como una cultura que tiene que ver con la naturaleza en gran escala.
la podria haber construido ennuestro pais, en nuestro valle en la pcia. de rio negro, hay 25000 hectareas practicamente sin trabajar, sabes los viñedos que en otra epoca teniamos. y ademas estamos a 90 km. del puerto de san antonio oeste, que se podria exportar el producto fabricado- el lugar es GENERAL CONESA.RIO NEGRO