EN CADA JARDIN, además de la excelencia en su ordenamiento general, pueden reconocerse numerosos de lo que podríamos denominar sus rincones predilectos y en cada uno descubrir un diseño y cuidado particulares que hacen, por supuesto, a la calidad paisajista del lugar.
Super CAMPO visitó un dilecto jardín de los alrededores de Buenos Aires que es resultado de la fecunda labor a lo largo del tiempo, además del conocimiento y de las preferencias personales de sus sensibles creadores. En él advertimos el prolijo lugar para resolver la llegada del automóvil, así como diferentes sitios para sentarse y reunirsese. También hay dos pérgolas, una de madera y la otra de metal, para la recorrida de este jardín.
Una de sus paredes medianeras fue embellecida recurriendo a una enredadera otoñal como es el conocido ampelopsis y a tres espectaculares arbustos topiarios. Otro punto destacable es la utilización, entre muchos materiales ornamentales pensados en un bajo mantenimiento, de los imprescindibles agapantos con flores azules y blancas, además de sus modernas formas miniatura.
Además, descubrimos un gran espejo colocado al aire libre para crear el inesperado espacio ilusorio compañero de nuestro gaucho ombú. La importante mesa de piedra en un comedor para disfrutar al aire libre, protegido por una nueva pérgola con su pequeña reja muy baja y sostenida por pequeños pilares también de color claro y una pequeña fuente con aire italiano, tan sutil como seductora, insinúan un jardín paradisíaco.
En otro rincón se emplearon algunas bochas de piedra en el suelo, cuya historia quizás es más larga que la del mismo jardín y forman, con las matas vecinas, una especie de hitos para conducir la entrada al parque.
Lea la nota completa en Super CAMPO de febrero.
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